─¿De dónde venís?, ¿a dónde te crees que estas, te crees que vas a hacer lo que quieras acá? ─dijo elevando la voz cada vez que pronunciaba cada una de las palabras.
Lo miré a la cara, y me dio vergüenza ser hija de ese que estaba ahí sentado, con ganas de buscar pleitos. Porque el muy sinvergüenza estaba ebrio.
─Ese no es tu problema─ respondí sin muchas ganas y dirigiéndome a mi habitación como si en realidad, el que estaba ahí hablándome, no era mi padre sino mas bien uno cualquiera.
─¡¿Qué no es mi problema?! ─creo que lo exasperé ─¡Entras y salís de esta casa como si fuera tuya, andando por ahí como si fueras dueña de tu propia vida! ─Rió irónicamente al decir las palabras “dueña de tu propia vida”. ─No tienes ni la mas minima idea de lo que eso significa, mal agradecida. Te doy un techo, comida y ¡esto es lo que me devuelves!.
─¡Tú! ¡ja! Vos no me diste ni la mitad de cosas de las que tengo. MI mamá es la que se preocupa por mi. ─Mi papá se iba poniendo más y más rabioso, se estaba levantando acercándose a mi, con esos ojos suyos ardiendo en ira. Y pues, para rematar la situación agregué. ─¡Es la única! Asíque no me vengas con eso del techo y la comida, porque tu única preocupación es juntar plata para gastártela en alcohol, ¡Borracho!
Su cara de incredulidad era tan grande que me hizo pensar en lo que había dicho.
Nos quedamos mirándonos las caras, como si fuera la competencia de ¿Quién se parece mas al perro rabioso?
─¡Ah! ─Exclamé.
El muy desgraciado estampó su mano en mi cara.
Sentí un entumecimiento en el lado izquierdo de mi cara. Y todavía no lo podía creer, me había dado un muy buen cachetazo.
Lo miré y no había el menor atisbo de arrepentimiento. De hecho me miraba expectante para ver si me había hecho el daño que esperaba.
─Púdrete. ─dije muy calma.
No iba a demostrar ni un poco de miedo ante él. Antes de dar la media vuelta, para encerrarme en mi habitación, pude ver la decisión en sus ojos de golpearme una vez mas.
Supuse que se arrepintió porque al seguir camino a hasta mi puerta no sentí o escuche nada.
Cerré con trabas la puerta para que nadie entrara.
Lo primero que hice fue mirarme en el espejo, que tenia en mi escritorio, si tenia algo. La verdad que no se veía nada pero se sentía hinchado por dentro, y con ese sabor inconfundible a sangre, aunque no me había lastimado hasta ese punto, sin embargo el sabor estaba en mi boca.
Estaba enojada, se suponía que no tendría que estar acá.
Había tenido el día mas extraño de todos, empezando con el pie izquierdo. Liam no me iba a hablar más, de hecho ya se había conseguido “otra”.
Estuve pensando cosas que no debía. Pero, aunque no lo crea, me sentía mejor. Me sentía renovada, y esto era debido al hecho de haber sacar todo eso dentro de mi que me estaba acabando. No voy a negar que me hubiera encantado decírselo a la cara. Ryan fue como el amor de mi vida, y no fui suficiente, por lo menos no lo suficiente para retenerlo. Había callado, guardado todos esos momentos para no olvidar ninguno, sin darme cuenta que fue peor. Tenia la esperanza de que volviera, porque ninguna lo podría amar tanto como yo, porque ninguna hubiera hecho por él tanto como yo.
Me había cerrado por completo a toda idea de olvidar, y cuando quise olvidar, porque sabia que no iba a volver, no pude.
Ahora, la tercera opción es, intentar vivir con ello.
Lo miré a la cara, y me dio vergüenza ser hija de ese que estaba ahí sentado, con ganas de buscar pleitos. Porque el muy sinvergüenza estaba ebrio.
─Ese no es tu problema─ respondí sin muchas ganas y dirigiéndome a mi habitación como si en realidad, el que estaba ahí hablándome, no era mi padre sino mas bien uno cualquiera.
─¡¿Qué no es mi problema?! ─creo que lo exasperé ─¡Entras y salís de esta casa como si fuera tuya, andando por ahí como si fueras dueña de tu propia vida! ─Rió irónicamente al decir las palabras “dueña de tu propia vida”. ─No tienes ni la mas minima idea de lo que eso significa, mal agradecida. Te doy un techo, comida y ¡esto es lo que me devuelves!.
─¡Tú! ¡ja! Vos no me diste ni la mitad de cosas de las que tengo. MI mamá es la que se preocupa por mi. ─Mi papá se iba poniendo más y más rabioso, se estaba levantando acercándose a mi, con esos ojos suyos ardiendo en ira. Y pues, para rematar la situación agregué. ─¡Es la única! Asíque no me vengas con eso del techo y la comida, porque tu única preocupación es juntar plata para gastártela en alcohol, ¡Borracho!
Su cara de incredulidad era tan grande que me hizo pensar en lo que había dicho.
Nos quedamos mirándonos las caras, como si fuera la competencia de ¿Quién se parece mas al perro rabioso?
─¡Ah! ─Exclamé.
El muy desgraciado estampó su mano en mi cara.
Sentí un entumecimiento en el lado izquierdo de mi cara. Y todavía no lo podía creer, me había dado un muy buen cachetazo.
Lo miré y no había el menor atisbo de arrepentimiento. De hecho me miraba expectante para ver si me había hecho el daño que esperaba.
─Púdrete. ─dije muy calma.
No iba a demostrar ni un poco de miedo ante él. Antes de dar la media vuelta, para encerrarme en mi habitación, pude ver la decisión en sus ojos de golpearme una vez mas.
Supuse que se arrepintió porque al seguir camino a hasta mi puerta no sentí o escuche nada.
Cerré con trabas la puerta para que nadie entrara.
Lo primero que hice fue mirarme en el espejo, que tenia en mi escritorio, si tenia algo. La verdad que no se veía nada pero se sentía hinchado por dentro, y con ese sabor inconfundible a sangre, aunque no me había lastimado hasta ese punto, sin embargo el sabor estaba en mi boca.
Estaba enojada, se suponía que no tendría que estar acá.
Había tenido el día mas extraño de todos, empezando con el pie izquierdo. Liam no me iba a hablar más, de hecho ya se había conseguido “otra”.
Estuve pensando cosas que no debía. Pero, aunque no lo crea, me sentía mejor. Me sentía renovada, y esto era debido al hecho de haber sacar todo eso dentro de mi que me estaba acabando. No voy a negar que me hubiera encantado decírselo a la cara. Ryan fue como el amor de mi vida, y no fui suficiente, por lo menos no lo suficiente para retenerlo. Había callado, guardado todos esos momentos para no olvidar ninguno, sin darme cuenta que fue peor. Tenia la esperanza de que volviera, porque ninguna lo podría amar tanto como yo, porque ninguna hubiera hecho por él tanto como yo.
Me había cerrado por completo a toda idea de olvidar, y cuando quise olvidar, porque sabia que no iba a volver, no pude.
Ahora, la tercera opción es, intentar vivir con ello.
Florece el sentimiento de desamor juvenil, aunque no veo en tu texto qué ocurrió con Ryan. La rebelión contra el padre borracho, bien plasmada y bastante real. Sigo leyendo.
ResponderEliminar