sábado, 13 de noviembre de 2010

Ashley

Emily

Ryan




Buscando al perfecto Liam!!

Capitulo 4

¿De dónde venís?, ¿a dónde te crees que estas, te crees que vas a hacer lo que quieras acá? dijo elevando la voz cada vez que pronunciaba cada una de las palabras.

   Lo miré a la cara, y me dio vergüenza ser hija de ese que estaba ahí sentado, con ganas de buscar pleitos. Porque el muy sinvergüenza estaba ebrio.

   ─Ese no es tu problema respondí sin muchas ganas y dirigiéndome a mi habitación como si en realidad, el que estaba ahí hablándome, no era mi padre sino mas bien uno cualquiera.

   ─¡¿Qué no es mi problema?! creo que lo exasperé ¡Entras y salís de esta casa como si fuera tuya, andando por ahí como si fueras dueña de tu propia vida! Rió irónicamente al decir las palabras “dueña de tu propia vida”. No tienes ni la mas minima idea de lo que eso significa, mal agradecida. Te doy un techo, comida y ¡esto es lo que me devuelves!.

   ─¡Tú! ¡ja! Vos no me diste ni la mitad de cosas de las que tengo. MI mamá es la que se preocupa por mi. ─Mi papá se iba poniendo más y más rabioso, se estaba levantando acercándose a mi, con esos ojos suyos ardiendo en ira. Y pues, para rematar la situación agregué. ¡Es la única! Asíque no me vengas con eso del techo y la comida, porque tu única preocupación es juntar plata para gastártela en alcohol, ¡Borracho!

   Su cara de incredulidad era tan grande que me hizo pensar en lo que había dicho.

   Nos quedamos mirándonos las caras, como si fuera la competencia de ¿Quién se parece mas al perro rabioso?

   ─¡Ah! Exclamé.

   El muy desgraciado estampó su mano en mi cara.

   Sentí un entumecimiento en el lado izquierdo de mi cara. Y todavía no lo podía creer, me había dado un muy buen cachetazo.

   Lo miré y no había el menor atisbo de arrepentimiento. De hecho me miraba expectante para ver si me había hecho el daño que esperaba.

   ─Púdrete. dije muy calma.

   No iba a demostrar ni un poco de miedo ante él. Antes de dar la media vuelta, para encerrarme en mi habitación, pude ver la decisión en sus ojos de golpearme una vez mas.

   Supuse que se arrepintió porque al seguir camino a hasta mi puerta no sentí o escuche nada.

   Cerré con trabas la puerta para que nadie entrara.

   Lo primero que hice fue mirarme en el espejo, que tenia en mi escritorio, si tenia algo. La verdad que no se veía nada pero se sentía hinchado por dentro, y con ese sabor inconfundible a sangre, aunque no me había lastimado hasta ese punto, sin embargo el sabor estaba en mi boca.

   Estaba enojada, se suponía que no tendría que estar acá.

   Había tenido el día mas extraño de todos, empezando con el pie izquierdo. Liam no me iba a hablar más, de hecho ya se había conseguido “otra”.

   Estuve pensando cosas que no debía. Pero, aunque no lo crea, me sentía mejor. Me sentía renovada, y esto era debido al hecho de haber sacar todo eso dentro de mi que me estaba acabando. No voy a negar que me hubiera encantado decírselo a la cara. Ryan fue como el amor de mi vida, y no fui suficiente, por lo menos no lo suficiente para retenerlo. Había callado, guardado todos esos momentos para no olvidar ninguno, sin darme cuenta que fue peor. Tenia la esperanza de que volviera, porque ninguna lo podría amar tanto como yo, porque ninguna hubiera hecho por él tanto como yo.

   Me había cerrado por completo a toda idea de olvidar, y cuando quise olvidar, porque sabia que no iba a volver, no pude.

   Ahora, la tercera opción es, intentar vivir con ello.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Capitulo 3: Emily

Estaba frente a la puerta de mi casa, indecisa. No sabia si entrar, o simplemente irme a vagabundear como tantas veces había hecho.

   Pero puesto que ya estaba frente a la puerta de mi casa, decidí entrar.

   Me llamó la atención que la habitación del living estaba mas iluminada de lo usual. Como si todo estuviera mas claro y limpio. Las ventanas estaban abiertas de par en par, y sentí como una pequeña brisa entraba dando calma al lugar.

   Era extraño, y lo mas probable, era que siempre hubiese sido así, sólo que ni siquiera lo había notado antes.

   Seguí camino hasta llegar a mi habitación. Y con esta “nueva” percepción, pude darme cuenta que era un desastre. No porque estuviera sucia, o porque estuviera desordenada, sino mas bien porque metafóricamente estaba vacía. Con esa sensación que se siente cuando un pariente fallece, y para recordarlo se visita un lugar especial donde halla quedado su marca, pero al llegar al lugar, se siente vacío.

   Así se veía mi habitación, vacía.

   Me entristeció saber que estaba desapareciendo. Y que alguien mas estaba ocupando mi lugar.

   Me sentí una perdedora, una persona que estaba batallando sin darse cuenta y que claramente estaba perdiendo.

   Di un pequeño salto de susto al escuchar a mi hermano atrás mío, no sabia que estaba en casa, y si lo hubiera sabido, lo mismo me hubiera asustado, puesto que estaba ensimismada.

   ─¿Dónde está mamá? preguntó divertido al darse cuenta que me había asustado.

   ─No sé, ¿no te das cuenta que recién llego? Al ver su cara me hizo avergonzar de haberme asustado.
Sin decir nada mas, se encerró en su habitación.


   Tenia hasta las 18hs para hacer mis cosas, puesto que a las 18:30 llegaba el que se hacia llamar como padre.

   Tiré las cosas encima del escritorio, y me eché en la cama.

   Quisiera o no, los pensamientos iban a fluir en un momento o en otro, así que los deje fluir sin esforzarme siquiera en filtrarlos, y pensar en cosas que no fueran “malas”.   Hoy Ryan tenia que esperarme en el club. Mas temprano, por supuesto, así tendríamos tiempo para nosotros antes de que llegaran nuestros amigos.

   Llegué del colegio, e inmediatamente empecé a revolear ropa por acá y por allá, hasta encontrar la que me iba a poner esa tarde después de bañarme.

   Entre idas y vueltas ya eran las 18hs, asíque agarré un bolso que tenia a mano y salí apurada.

   Tenia que apurarme porque mi papá estaba saliendo mas temprano temporalmente, y para evitar problemas, entre los horarios que permanecía en casa, yo desaparecía.

   Caminaba a paso de trote, pero quería estar lejos ya a esas horas.

   Me faltaban un par de calles cuando me percate de que alguien me llamaba.

   ─¡Em! tenia voz agitada, como si estuviera corriendo desde varias calles anteriores.

   ─¡Emily! Me detuve porque reconocí la voz.

   Ryan.

   Al dar la media vuelta lo vi ya caminando, a unos metros de mi. Parecía molesto por haber corrido atrás mío. Pero no pude darle importancia, puesto que su expresión me daba risa.

   ─¡OH, mujer! Me has hecho correr… exclamó intentando regularizar su respiración.

   ─Lo siento, no te he escuchado. me disculpe sonriendo inocentemente.

   Ryan ya estaba frente mi, colocando sus manos en mi cintura. Suspiró y puso su frente contra la mía.

   Fue por un intervalo de tiempo muy corto, pero lo suficiente para ver en profundidad sus ojos.

   Entonces me di cuenta que no estaba de muy buen humor, y que su molestia por correr iba en serio.

   ─Pensé que ya estarías en el club dije extrañada, para justificarme, y para así cambiar de tema.

   ─Si, me estaba por volver, pues no he traído mi tarjeta. Pero luego te vi en la otra calle…se quedó callado, dejando en claro lo que había pasado ahora. Por lo que completé su frase.

   ─Me viste, y viniste a por mi. sonrió sin ganas.

   ─Ven, vamos a otro lugar.

   Me sentí idiota, porque… ¿Cómo pude creer semejante tontería? ¡Todo estaba planeado! El muy descarado no veía la hora de deshacerse de mi, ¿Quién le hubiere creído todas sus mentiras? Ni el mismo se creía toda la porquería que me había echado en cara.

   Estaba tan molesta, que me levanté de un salto, y salí de mi casa en busca de un lugar. Un lugar que no me haría sentir mejor, pero si me haría creer que podía cambiar algo.

   Mientras corría sentía como el aire me golpeaba en la cara, como mi cabello bailaba al aire, como mis músculos se calentaban.

   Todas eran sensaciones que hacia tiempo no notaba, que estaban allí, pero que no les prestaba atención.
Entré al parque bajando la velocidad. No había gente, por varias razones, porque era día de semana, y porque ya nadie tiene tiempo para cosas al aire libre. Todo había cambiado mucho, ahora la gente se sentaba frente a una pantalla y pasaba horas, sin siquiera notar la falta de aire fresco o un poco de luz.


   Para mi era mejor, tenia todo el lugar para mi sola y para hacer lo que iba a hacer sin interrupciones o miradas extrañas.

   Mis piernas me llevaron hasta el mirador, como esperando ese momento desde hace años. Me aferré a la baranda que separaba el vacío de la tierra debajo de mis pies.

   Y grité. Le escupí al mundo todo lo que tenia que decir. Todo lo que me había guardado durante tanto tiempo. Todo lo que me estaba pudriendo el alma.

   Maldije a esa persona que me había hecho sufrir tanto.

   Y lloré. Lloré años de dolor guardado.

   Trastabillando por el parque intentando escapar, di con un pequeño lugar lleno de árboles. Podía haber alguna persona ahí, y nadie lo hubiera notado, ya que eran árboles sauces, y por el tamaño, muy viejos.

   Quedé encantada con el lugar, olvidando esas ganas de escapar.

   Me adentre a los árboles y descubrí bancos para que la gente se sentara, pero supe que nadie iba a ir allí, puesto que para estas personas seria molesto que le caigan en la cara ramas de árboles. Mientras que a mi me encantaba, era como mi escondite perfecto.

   Tenia que admitir que a la hora en que empieza a anochecer parecía un poco tenebroso, pero estaba totalmente segura que, de día o completamente a la luz de las estrellas seria de lo mas hermoso.

   Se me fueron todos los pensamientos turbios, y por un momento olvidé lo infeliz que era.

   Se sentía muy bien.

   La paz dura poco, volví a la realidad y ya era tarde. Por lo menos tarde para llegar a la hora que usualmente llego a casa. Así que me fui despidiendo de mi nuevo lugar escondite, si es que se podía llamar así.

   Estaba tranquila, realmente lo que necesitaba era eso, descargarme. Sin embargo no lo arreglaba todo.

   La vida, el mundo y el tiempo no se habían detenido a esperarme que yo mejorara, porque yo creía que no iba a mejorar. Pero acá estaba, viviendo.

   Luchando.

  Luchando contra aquellos humanos que nos arruinan momentos. Nosotros mismos nos arruinamos. Nosotros mismos destruimos todo a nuestro paso.

   Era cierto, yo dejé destruirme. Pero no me arrepiento de eso, no me arrepiento porque de no haberme dejado destruir nunca hubiera sabido lo que es amor, y lo que es vida.
  

    Estaba en frente de la puerta de mi casa, exactamente igual como hace un par de horas.
 

   Solamente que esta vez estaba mejor. Entré y lo encontré a mi hermano usando la computadora, me miró sin preocupaciones. Le devolví la mirada como queriendo decirle algo, pero no tenia nada que decir. Y el solo se limitó a volver la vista a la pantalla que tenia en frente.

   Seguí hasta el comedor, en el cual estaba mi “papá” sentado mirando la nada. Hasta que aparecí en su visión.

   Había tomado de mas. Y claro, yo era la basura de la familia.