sábado, 15 de septiembre de 2012

Sabes que te amo

¿Sabes, Lucy? Yo pensaba que estarías conmigo para siempre.

Pensaba que esto nunca ocurriría, y quizás por ello nunca te he dicho lo mucho que te amaba.

Cada minuto que he pasado a tu lado fue una vida plena, y en cada momento junto a ti, he pensado en lo mucho que te amaba.

Ahora que ya no estas, no recuerdo el por qué nunca te lo dije. Entonces ahora me suelo consolar con la idea de que en ese entonces no sabia que te irías tan pronto.

Me llena el sentimiento de odio, y es que ¡Tendría que habértelo dicho! No importa si pronto partías o si recién llegabas, solo tenia que decírtelo, para que lo supieras.

En estos días estuve pensando en cuanto te quiero, y ya no quiero pensar más en ello. El solo hecho de hacerlo me embarga de melancolía. Y no es que no te quiera querer mas, al contrario, quiero gritarlo a los cuatro vientos. Pero no es justo, porque si lo he sentido siempre, y no te lo he dicho, ¿Por qué ahora que ya no estas quiero gritarlo?

¿Sabes, Lucy?... Te amo.

Que estas palabras se las lleven tu recuerdo, pero al menos espero haberte hecho feliz.

He escuchado todas y cada una de tus palabras, y he sabido lo que yo significaba para ti, una y mil veces. Y este tiempo me ha nublado la culpa por no haberte explicado lo que tu significabas para mi.

No era mucho lo que había que decir...

De hecho sólo una palabra.

Todo.

¿Sabes, Lucy? Tu significabas todo para mí.

Ahora tengo la dicha de tener dulces recuerdos, y con eso me sobrellevo.

Todas las mañanas me levantaba temprano para observar tu paz. Recuerdo haber cerrado mi boca muchas veces para escuchar tus palabras y también tus silencios. He memorizado el color de tus ojos en tus alegrías, y el brillo vidrioso en tus tristezas. La melodía de tu risa, que siempre desprendía belleza y tranquilidad.

Todo ello me ayuda a esperarte, amor, cuando vuelvas.

Mas ahora, la soledad no me hace buena compañía, y es que ninguna es buena compañía equiparándola con la luz de tu presencia. Todo es sumamente silencioso y monótono.

Estoy solo esperando a tu regreso, ¿Cuanto mas falta, Lucy? Ya estoy viejo y escarchado, ¿A qué esperas para venir?

¿Sabes, Lucy? Siempre acertabas mis males. Con suerte, hayas acertado en mi corazón.

sábado, 21 de enero de 2012

Capitulo 11

Era un abrazo calido, quizás tenso para él teniendo en cuenta la diferencia de sentimientos. Pero si tuviera la posibilidad de no pensar, diría que es más agradable de lo que hubiera imaginado; y eso es decir mucho puesto que nunca me lo imaginé.
Si volviera al pasado, lo sentiría como un refugio, en donde los problema no existen.
Justamente ayer, en el árbol del colegio, en donde él me había confesado su amor, yo le había abrazado antes. Y era totalmente distinto a este abrazo porque... No lo sé exactamente. ¿El entorno era otro? ¿Había más intimidad en su habitación, a solas?
Tenia la certeza de que ambos teníamos sentimiento diferentes, pero ¿Qué tan lejos están uno de otros? Es decir, yo lo quería muchísimo a él. Él había hecho mucho por mi, en cambio yo no había hecho nada por él. Entonces, ¿No seria más lógico que yo lo quisiera más?
Liam suspiró profundamente, y entonces pensé que se iba a apartar de mí. Pero no lo hizo, de hecho hundió su rostro en mi cabello dejándome soportar parte de su peso.
Me alegre, y decidí que quizás, sí que le quería más.
Apoyé mi cabeza en su hombro, y el peso se igualo. 
No tenía que disculparse por nada. Él no me había obligado a nada, fui yo quien se desesperó con sus pensamientos. 
Sentí un calor en la nuca que me hizo encogerme de hombros muy levemente. Era su respiración la que provocaba aquel calor. Liam corrió el rostro, y luego se apartó, soltando los brazos que me sostenían por la cintura junto a él.
Pero mis brazos se quedaron duros entorno a él. Así que les obligué soltarse de a uno.
—Lo siento —Se disculpó con voz inexpresiva, algo automático. Entendí que fue meramente formal, y que a lo mejor ni tenía ganas de disculparse.
—¿Por qué? —Pregunté mirándole fijo.
—Por presionarte, y hacer que hagas cosas que no quieres.
—Yo no hago nada que no quiera —Contradije frunciendo el ceño. Pero luego me di cuenta que eso no era cierto, y que todo el mundo hace cosas que no quiere—. Bueno... —Agregué luego de una pausa. —La mayoría de las veces. —Especifiqué, y el rió negando con la cabeza.
Entrelacé ambas manos, y las mire, pellizcándome los dedos. Una acción totalmente hecha para evitar la incomodidad. Lo vi por el rabillo del ojo sonreír al observar mi jueguito con los dedos y comprender. 
Apunto de decir algo, se escuchó un ruidito a una distancia peligrosa de la puerta. Abrí los ojos como platos, y lo miré casi asustada buscando una solución. El me devolvió una mirada de alerta, y cerró los ojos con fuerza.
Mis músculos se tensaron y barrí la habitación con la mirada, buscando un lugar donde meterme.
Pensaba «No hemos hecho ruido. No lo hicimos. Sus padres tendrán una gran sensibilidad al ruido» 
Me estaba por meter debajo de la cama en medio de la habitación de forma infantil, cuando Liam me tomó del brazo y negó con la cabeza. Se dirigió a un rincón, y abrió el armario, corrió con brusquedad las perchas que sostenían su ropa a un lado, y me empujó con suavidad hacia allí. Era un lugar pequeño, así que me comprimí todo lo que pude para entrar y permanecer como una estatua.
Liam dejó la puerta entreabierta, y pude observar muy poco por aquella ranura. Sin embargo, supe que alguien había abierto la puerta, por el ruido del picaporte.
La pequeña ranura me permitía ver la pared. Asíque daba igual si la dejaba así, o la cerraba completamente.
¿O es que era por el aire? ¿Acaso iba a tardar mucho tiempo?
—¿Liam? ¿Sigues despierto? —Era su madre. 
Pensé con ironía: «Ni modo que este durmiendo parado... O sea sonámbulo»
—Sí ,mamá —Sonaba una pizca nervioso—. No puedo dormir.
—¿Te sientes bien? —Preguntó y sentí pasos, luego hubo luz. Más pasos.
Seguro se acercaba a su hijo para verlo mejor.
—Mamá —Murmuró en un tono quejumbroso—. No tengo nada. Solo... No tengo sueño.
Se escuchaba el movimiento de ambos cuerpos, y me pregunté qué le estaría haciendo.
—No digas tonteras, te escuche revolotear por aquí —Le reprochó —. Venga, te preparé algo.
¿Revolotear? Juraría que no hemos hecho ruido. Quizás estaba muy enfrascada como para notarlo.
Hubo un pequeño silencio, un momento de duda. Y luego su madre -que tenia una cadencia de pasos mas lentos y arrastrados- caminó hacia la puerta. Liam, por su parte, la siguió después de un segundo.
Había algo que me molestaba, quizás su madre me pareció un poco cargosa. Y lo mas probable fuera que me dieron celos. 
Me dieron celos de la preocupación de su madre por su hijo, de que se preocupara por que no pudiera dormir, de que se levantara de su cama para verificar que su hijo estaba bien, y de que algo tan vulgar como no poder dormir la hiciera ir a preparar algo para él.
Creo que he pasado miles de noche en vela, y mi mamá nunca se ha preocupado por ello. No es que la culpara de nada, porque ella vivía muy cansada por culpa del trabajo, pero... Me hubiera sentado reconfortante que un día me preguntara si había dormido bien esa noche. 
Las piernas se estaban adormilando en esa posición, y odiaba la sensación del cosquilleo. Pero la luz seguía encendida, y aunque no escuché más nada después de oírlos caminar hacia la otra punta de la casa, me atemorizaba la idea de hacer algún ruido, o incluso salir para estirar las piernas y volver.
Pero ya no podía sentir los pies, o mover mis dedos del pie. Asíque agudicé el oído para escuchar algo. 
Decidí que no había nadie, ya que ni siquiera un respiro se escuchaba. Sin embargo, abrí la puerta lentamente imitando como si se abriera sola, por las dudas de algún observador deje un segundo... y nada.
Levanté un pie para apoyarlo torpemente en el suelo, aunque sin hacer ningún sonido. Luego el otro, y me impulse con los brazos para levantarme y golpearme la cabeza con la parte superior del armario. Me llevé las manos a la frente cerrando con fuerza los ojos, no pudiéndome creer lo torpe que era. 
Perdido el equilibrio, trastabillé al querer caminar por culpa de los estúpidos pies dormidos, y me termine cayendo en el respaldo del pequeño sillón que había frente mío. Quedé doblada sobre el respaldo, la cabeza la tenía apoyada en el acolchado almohadón del sillón, mirando el mundo patas para arriba, aunque eso era mentira, porque tenía los ojos cerrados con fuerza, y las manos tapándome la cabeza. Pero lo supe por la presión que comenzaba a sentir, y la sangre acumulándose allí.
Me erguí despacito hasta quedar de pie, entera. La frente me latía del porrazo que me mandé.
Me quedé quieta, intentando concentrarme en lo que tenía frente a mí.
Ahora: ¿Hice mucho ruido? ¿Me habrán escuchado? Si así fuera, no podía quedarme aquí hasta escuchar que alguien venía y me viera. 
Me arrastré como pude al baño, cerrando la puerta, quedando al pleno oscuro. Me senté en el suelo contra la puerta, esperando algún sonido que me indicara que me habían descubierto.
Los pies empezaron a cosquillearme. ¡Una sensación tan fea! Me mordí la lengua y cerré los ojos con fuerza, para no moverme o hacer nada.
Al cabo de un momento, la sensación comenzaba a menguar, y detrás de la puerta en donde me apoyaba, no se escuchaba nada. Saqué mi celular, para usarlo como luz, puesto que si prendía la luz, sabrían que estoy aquí; si es que alguien estaba allá afuera.
Dejé mi celular en mi regazo, iluminándome la cara. Me empecé a masajear las deportivas que llevaba, para confirmar que mis pies eran utilizables otra vez.
Me levante del suelo, iluminando a mi alrededor (para no golpearme con nada, esta vez.) La cabeza me empezó a latir, justamente ahí, en el golpe. Me llevé una mano a la frente, y palmee imitando el roce de una pluma. Sentí todo magullado, pero luego comprendí que quizás eran mis arrugas de la frente, por la preocupación.
Relajé los músculos del rostro, y antes de volver a palmearme, vi el espejo frente al lavabo.
—Tonta —Me susurré a mi misma. 
Me acerqué y me iluminé la cara. Relajé la frente, y si, estaba magullada. Me había levantado un poco la piel, y estaba de un color morado, pero no era nada. No sangraba, o parecía muy feo. Solo un poco de piel transparente, nada más. Una línea extraña, que me cruzaba la frente.
Mojé papel, y me lo sostuve en la frente. Así se sentía fresco.
Volví a sentarme en el piso, aburrida. La soledad lograba que volviera a pensar en mis asuntos.
Malcom.
¿Qué haría sin él? 
Gruñí de la frustación.
A ver... Tengo problemas con los cambios. ¿Cual es el cambio? Voy a ser la única en esa casa. ¿Qué mas? Hummm... Ya no va a estar ahí cuando necesite un poco de cordura, ya no va a estar ahí cuando necesite observarlo, haciendo sus cosas, estando en la computadora, verlo pasear de un lado a otro buscando algo. Pero más aún, no va estar para no sentirme sola. Para enojarme quizás, cuando cambie de lugar algún objeto. Todo va a estar igual que siempre.
Si, quizás es porque es el único con una vida propia. Mamá en el trabajo, papá en el alcohol, y yo... No se. Volando por ahí.
Bueno, ya no más. No encontraba sentido a lo que estaba haciendo. ¿Se supone que siga así por el resto de mi vida? ¿Por un imbécil que me plantó falsas ilusiones?
Pero no es solo eso. Es mi realidad, a la que no quiero volver.
La de llegar a una casa que no me gusta, de ver el rostro de mi madre cansado, ver el de mi padre, perdido, con la vista nublada, y malhumorado… y... Oh... Yo me parezco a él.
Supongo que mi evasión no alcanzará para siempre, y necesite algo más para lograr olvidarme de las penurias. ¿Así es? ¿Mi papá se evade del mundo? ¿Porque esta mugrosa vida no le alcanza?
No quiero ser como él. La idea me desagrada tanto, que me doy asco a mi misma.
Descubrir esto debería ser como una gran vislumbramiento al camino de lo correcto, pero no dejo de pensar en que no quiero ser como él. No quiero arruinar mi vida, y la de los demás.
Se me forma un nudo en la garganta, por solo pensarlo.
Apoyé la cabeza entre las piernas, y poder tranquilizarme.
Me entró una urgencia horrible por buscarle un sentido bueno a la vida. Lo necesito. Algo, en todo este mundo, tiene que valer la pena.
Helen, mi dulce amiga. Ella es buena.
¿Malcom? Si, por supuesto que si. Y mamá también.
Liam.
El lugar en donde me encontraba.
Liam siempre está ahí. Él me quiere. Me quiere bien.
Un concepto general de buena vida sería: Dinero, amor, familia, salud y amigos.
Dinero: no tengo. 
¿Amor? Indefinido.
Familia: Supongo que sí. Incluso mi padre me sirve de ejemplo de lo que no quiero ser.
Salud: Por lo que yo se, va todo bien.
Amigos: Si. Valen oro, y no los cambiaria por nada.
"Nunca se está tan al fondo" "Se llama lógica, debes desarrollarla un poco mas" A lo mejor si. 
Por lo menos la mayoría de las cosas las tengo, ¿No?
Desvalorice todo lo que tengo, centrando mi vida en un problema. Ese problema no es Ryan, deliberadamente. Ese problema es mi padre, y yo. Son mis decisiones el problema, porque Malcom no parece aborrecido de nada.
Malcom se va a ir de casa, sin ningún drama, en tanto que yo... Elegí otra cosa.
Bueno, cambiaré de juego. Tendré que seguirle la corriente a esa minima parte de mi que, a mi parecer, dice cosas absurdas. Intentaré prestar más atención, para ver cuál es mi reacción habitual, y cambiarla en algo nuevo.
«Toc» se sintió detrás mí. Imaginé que sería la puerta al cerrarse.
Gateé hacia adelante, tanteando con las manos lo que había delante de mí, hasta que di con la ducha. Me metí ahí, cerrando la cortina.
Alguien vino hasta la puerta del baño, la abrió súbitamente, y encendió la luz.
Me mordí el labio inferior con fuerza, mirando para arriba. Imagine que a lo mejor, podría proyectar alguna sombra. Alguien suspiró, y apagó la luz. ¿Liam?
Me asome al momento justo en que cerraba la puerta, sin siquiera mirar. 
Me levanté, y salí de la ducha, para dirigirme a la puerta. La entreabrí, y me asome con cautela.
Lo encontré al lado del ropero donde había estado, agachado, recogiendo los objetos que vi al entrar. Eran adornos -una especie de cajita, y un soldadito con muchos brazos, y armas de todo tipo. Se había desarmado, por eso no le veía forma la primera vez que lo observé.- 
Entré a la habitación con sigilo.
—¿No hay moros en la costa? —Susurré bien bajito, pero lo sobresalte. Me miró sorprendido, y luego sonrió.
—No —Dijo al mismo tono—. Lo siento... Oye... —frunció el seño— ¿Qué tienes ahí? —Preguntó acercándose señalándome con un dedo.
—Hummm... —Miré instintivamente hacia arriba, aunque no pudiera ver el golpe— Si, soy muy torpe. —Admití.
—¿Qué pasó? —Se acercó para ver, pero luego se detuvo, sin invadir mi aire.
—Es extraño, pensé que había hecho ruido, y te metería en problemas... Bien, intente salir del armario, pero calcule mal las medidas, al parecer. 
—¿Cómo? En serio, no entiendo como pudiste hacerte eso —Me hizo una mueca. 
—Me levante muy rápido —Resumí —. Ah... Lo siento, ¿Soy mucha molestia? Tu madre... Ella es muy buena, no quiero meterte en ningún aprieto...
—No pasa nada —Comentó sonriendo —. Ya se va dormir —Hizo una pausa —. No es tu... Es que hice mucho ruido cuando bajé, ya te lo dije, pero pensé que no me habían escuchado. De todos modos, si me permites bromear, pensé que me preguntarías al respecto sobre cómo salté las escaleras, y yo te contaría alardeando, y tu te impresionarías.
No pensé que estaba de humor para bromear, y mucho menos sobre impresionarme, burlándose de sí mismo.
—Hummm... ¿Hiciste una buena acrobacia ahí abajo?
—¿No viste el desorden? Mi madre si lo hizo.
No recuerdo haber visto ningún desorden, gracias que veía bultos en la oscuridad para no tropezar cuando subíamos a su habitación.
—No importa —Le restó importancia con un movimiento de muñeca. Parecía... Un poco frenético. Es decir, hace un rato me decía con melancolía que me amaba, y ahora bromeaba. Se suponía que su madre le iba a dar algo para dormir, no para darle más energía.
—Ah... ¿Tu mamá todavía esta abajo?
—Cierto... —Comentó pensativo— Eh... Yo no sé... Tu... Ah... —Miró el piso— ¿Quieres quedarte? —Balbuceó.
Sentí un cosquilleo en la nuca. 
—¿Es ese un ofrecimiento o me preguntas qué pretendo?
—No... Eh... No se. Tu... ¿Te gustaría quedarte? —Esta vez me miraba a pequeños intervalos. Y ahora la presión recaía sobre mí, y me puse tan nerviosa como él.
No se trataba de si yo "quería". ¿Quería?¿A qué vine sino? Es sólo que... Después de todo lo que dijo, y todo eso... Era una situación incómoda.
—Te acompaño a casa, entonces —Agregó ante mi silencio.
—No es necesario —Me apresuré a responder—. No quiero que tengas problemas... Yo... Es tarde, y tus padres...
—Está bien, Em —Me cortó con su extraña tranquilidad.
Me callé sintiéndome de nuevo mierda de otro tacho.
No quería volver a casa. Pensé de forma caprichosa.
¿Qué pasó con eso de cambiar mi reacción? Sigo rechazando al pobre de Liam...Él se había vuelto a calzarse unas nuevas zapatillas, y recogió una campera.
—Quédate aquí un segundo —Me advirtió, volviéndose a la puerta.
Desapareció tras la puerta. Pude quejarme. Preguntar cómo saldríamos de aquí. Qué pasaría con sus padres si despertaban y él no estaba. Pero no dije nada. Estaba triste.
La puerta volvió a abrirse. "ese segundo sí que fue rápido."
—Tienes suerte. Mamá recién empieza a tomar su té —Fruncí el seño sin entender. 
¿Acaso eso es bueno? ¿No se iba a dormir? La cocina estaba justo al lado de la puerta trasera por la que entramos. ¿Cómo puede ser bueno que ella empiece a tomar té? La puerta de entrada estaba en una vista espectacular desde la cocina.
—No entiendo —Admití—. ¿Eso de "tener suerte" es una ironía? 
—No —Sonrió—. Ella tomará su té y luego irá a dormir como un bebé.
—Y ahí es cuando salimos —Intuí.
—No —Repitió. Empiezo a creer que el golpe en la cabeza me afectó—. Salimos ahora. ¿Tienes idea cuánto tiempo demora en tomar el té? Creo que se pone a pensar en la raíz de un numero negativo.
—Ah...
—¿Quieres esperar a que termine? Podría ser 15 minutos, tanto como 2 horas —Me desafió.
—¿Como piensas salir? —Inquirí.
—Oh, ya. Bajamos las escaleras, entramos a la sala de estar con mucho silencio, y ahí hay una gran ventana.
¿Cuántas veces Liam habrá hecho estas cosas? O las ha pensado.
Asentí sin protestar.
Lo seguí en silencio hasta las escaleras. Liam se pegó a la pared, y comenzó a bajar lentamente. Le imité con mucho cuidado, respirando suavemente.
Noté que se había puesto la campera, seguramente en ese segundo que salió. Era negra, y la tenía prendida hasta el cuello. Seguramente era para camuflar, sobre todo porque su camiseta gris se notaría en medio de la oscuridad, bueno, fue gris en un momento, ahora parecía una camiseta blanca sucia.
Liam se detuvo, y así lo hice yo. Desde el otro lado de la escalera provenía una luz amarilla. «Es imposible» pensé. 
Nunca podríamos llegar al pie de la escalera, y doblar a la izquierda. Su madre notaría el movimiento, y nos vería.
Liam sintió mi duda, y me agarró la mano, que estaba muy cerca suyo. La pegó a su costado con determinación. Bajó otro escalón, y esperó. Tironeó de mi para que bajara con él.
Luego asintió, y bajo de un salto las escaleras, arrastrándome con él.
Era más difícil bajar teniéndome de la mano, porque así tenía que estar pegada a él y no me dejaba mucho espacio para pisar tras él, sin tropezarme con sus pies. 
De alguna forma, llegamos a la sala de estar. Liam se dirigió a una esquina, en donde había unas cortinas color verde oscuro. Se metió en ellas, dejándome fuera, formando un bulto.
Ví como se movía, se agachaba, y hacía temblar levemente las cortinas. Sentí como la ventana se deslizaba, y me metí dentro de la cortina sin esperar una invitación.
Liam me tendió una mano para ayudarme, y salté al patio delantero, con Liam pisándome los talones.
Yo caminé a la calle, pero él se quedó cerrando la ventana, sin trabarla.
Cuando él se unió a mí, empezamos a caminar.
—Creo que es divertido esconderse de tus padres —Admití con cierta satisfacción. 
Hacia un tiempo que no sentía la necesidad de preocuparme qué estaba haciendo. Y en su casa no paraba de hacerlo, pensando en que su madre me escucharía o descubriría. Además, era algo así como... Excitante, en una forma de sentir un poco de adrenalina por el riesgo.
No era gran cosa, pero ahora es divertido.
—¿Si? —Preguntó— ¡Que bueno!
—Y... ¿Qué pasará si se dan cuenta que no estás allí?
—Eso no va a pasar.
—No quiero irme a casa —Le solté.
Liam se detuvo en seco, entrecerrando los ojos.
—¿Dónde quieres ir entonces? —Preguntó sin cambiar la expresión.
Había un lugar al que quería ir, pero no podía estando sola. Y ya no estoy sola.
—Vamos al parque. 
—¿Al parque? —Preguntó elevando las cejas.
Sus ojos ya no parecía azules. Estaban muy oscuros. La luz debe producir aquellos colores.
—Si —Dije sin pensar. "Empiezo desde ahora" me dije a mi misma. Voy a hacer lo primero que se me ocurra en la mente—. Vamos a pasear —Propuse.
—Ok —Aceptó con una sonrisa extraña.
Volvimos en redondo y cambiamos de dirección. Una brisa nos pegaba de frente, pero como antes, no lo suficientemente fría para hacerme temblar.
—Hay un lindo lugar ahí —Comenté—. Estuve una vez, y me pregunté que tal sería de noche. Supuse que sería muy lindo. 
Quizás pueda decir cosas estúpidas como tal. ¿A quién le importa?
—Bueno... Averiguaremos.
Quiero ser alguien normal. ¿Hacer esto no es normal? Lo voy a intentar con todas mis fuerzas. Intentaré vaciarme por completo para ser alguien que quiera ser. Alguien que tiene problemas y los supera, que le cuenta a sus amigos lo que le pasa, que hace cosas estúpidas y se ríe de eso, que se despierta a la mañana empezando un nuevo día y no cargando con el anterior.
Si, lo declaro ahora mismo, me vacío completamente. Soy alguien más.
—¿Podrías ayudarme a subir mis calificaciones? —Pregunté recordando eso— Es... El último año, y... No quiero arruinarlo.
—Vaya, vaya, vaya ¿Qué tenemos aquí? —Preguntó sonriendo picaronamente— Alguien le pide ayuda al "nerd" de 8.5
—"Nerd 8.5" —Repetí.
—Ya te dije... Cuando quieras —Dijo riendo. 
Parecía feliz.¿Estaba feliz por mi, o estaba feliz que le eligiera primero como me había dicho en su casa?
—Uh... Cuando puedas, podrías... 
—Siempre puedo —Me cortó.
—Ok —Levanté las palmas. El rió.
El camino no fue tan tormentoso yendo los dos. Encontramos gente mientras caminábamos, y no me parecieron tan amenazadoras como cuando iba sola.
Liam no era un físico culturista, robusto, o tenía pinta de bravucón y tampoco era alto, sin embargo me transmitía seguridad. Porque el siempre me protegía.
—Yo... Estaba desesperada en busca de una esperanza. Es que pasaba mucho tiempo en casa, y mi papá era insoportable. Entonces apareció Ryan como una esperanza. Él dijo que me sacaría de mi casa, y yo puse toda mi fe o esperanza, como quieras llamarlo, en él —Hice una pausa—. Cuando me dejó... Se llevó toda mi esperanza. Toda la había depositado en él, y se la llevó.
Le tomó un momento procesar la información.
—Si hubiera...
—Ya no importa —Le corté—. La parte normal es que... Le guardo rencor porque no me dijo el por qué terminamos. Ya sabes, cosas de chicas.
Me miró con una mueca en el rostro. Una mueca de duda. Pero desapareció por rabia.
—Yo era su amigo, pero lo odio por irse, Emily. Odio que te haya dejado por nada. Odio que te haya hecho sufrir de ese modo. Y odio más que te haya dicho que ahora quiere volver contigo.
—Hummm... No sabía eso —Lo cierto era que quería descargarme con Liam, decirle lo mucho que había sufrido, el mar de dudas que Ryan me había dejado, y quería escuchar que Liam también se había decepcionado de él, quería escuchar que también le había hecho daño, de un modo muy egoísta, de sentirme acompañada. Pero eso era lo que antes me hubiera gustado, y se supone que ahora no quiero eso—. De todos modos, ya pasó. Y yo nunca volvería con él. Me gustaría decir con satisfacción que ya no me importa.
—Si, pero... —Tenía dos opciones: Seguir hablando de ello, o cortarlo y seguir con el vacío.
—Ah —Interrumpí groseramente—, Ya casi llegamos.
Por lo menos queda en claro mi posición. Preferí el vacío, ¿No?
«Ya está, hablé de ello. Eso es todo» Pensé irritada. 
Era lo que la gente quería, decían que yo me encerré en mi misma, y que hablar de ello hubiera sido lo mejor. Bueno, ya lo hice.
Percibí la mirada sorprendida de Liam, pero seguí mirando al frente, sin prestarle atención.
Caminamos en silencio hasta llegar al parque, que estaba vacío. Es decir, de personas.
—La verdad, no vengo aquí casi nunca. —Admitió cuando llegamos, siguiendo una senda para los corredores, iluminada por grandes y altas farolas. No parecía muy interesado al respecto.
—Si, de hecho, eso mismo pensé cuando vine aquí —Comenté, y Liam se volvió a mirarme—. Es decir... Que la gente no viene aquí. Prefieren hacer otras cosas —Aclaré.
El parque ocupaba toda la manzana, había unos juegos de niños en una parte, como casitas con escaleras de plástico, esa parte en particular estaba más iluminada que el resto. Pero nosotros nos dirigíamos al lado opuesto. Al grupo de sauces viejos que se alzaban allá, oscuros.
Había una pequeña iluminación, pero no supe si era proveniente de la luna, o había una farola ahí dentro. Me dirigí hacia allí, llamando la atención de Liam.
—¿Este es un lugar "muy lindo" que querías ver de noche? —Preguntó acercándose.
Las ramas tristes y caídas de los árboles no tocaban el suelo, y para mí era bonito. Estaban de un color verde muy claro, por el cambio de estación.
—¿Tienes miedo? —Le reté.
Liam entornó los ojos, y me clavo la mirada.
—Lo suponía —Comenté por lo bajo, con aire de superioridad. 
Me dirigí a los árboles a paso ligero, dejándolo atrás. No con maldad, sino porque sabía que iba a seguirme.
De algún modo me recordó a Ryan. Él hacia este tipo de cosas. No iba a pedirte algo, sino manipularte de modo persuasivo para conseguirlo. Y yo me sentí como Ryan, sabiendo que Liam iba a venir atrás mío. Y así lo hizo. Al cabo de un segundo, me rozaba el brazo con el suyo.
—Yo no tengo miedo —Contestó con determinación. Lo observé y pude ver una pequeña llama bailándole en sus ojos.
Ralentice el paso cuando nos acercamos. Tenía las finas ramas al alcance de mi mano, y me imaginé una gran cortina de cuentas al estilo hippie. Pasé esquivando algunas que estaban más dispersas, y luego me llevé por delante algunas.
—Ok. Juguemos algo —Propuse, volviéndome a él, que estaba a unos pasos por detrás observándome—. Vamos a caminar sin tocar ninguno —Expliqué acariciando una rama, arrancando unas frágiles hojas.
—¿En serio? —Enarcó una ceja.
Me encogí de hombros, sintiéndome patética. Entonces Liam dio un paso al frente, se volteó, caminó de costado, y doblaba las rodillas para agacharse un poco, hasta llegar hasta mí.
Estábamos frente a frente con dos ramas, impidiéndole acercarse más.
—¿Así? —Preguntó sonriendo.
Yo estaba sonriendo, sin darme cuenta, supongo que me causó gracia en la forma que se movía. Asentí sonriendo más.
—No hagas trampa —Me advirtió, dando un paso al costado.
—Caminemos uno al lado del otro para controlarnos.
Esperé que diera el paso adelante para tenerlo a mi lado, y cuando lo hizo, tocó una rama con el hombro izquierdo. Liam frunció los labios.
—Perdiste —Anuncié.
—Esa no valía. No empezamos todavía.
—Oh, si —Puse los ojos en blanco—. Ahora ya empezamos. ¿Ok?
Me deslicé por entre dos ramas, y luego me moví de costado, por que de frente era imposible pasar. Eché un vistazo atrás y vi como Liam desviaba la mirada a una rama con fingida distracción. Pude ver como la rama a su otro costado se mecía disimuladamente.
—Volviste a perder, tramposo.
Liam me observó divertido, y se agachó, tocando con las manos el suelo, se arrastro hasta mí, y se irguió. Tomó aire profundamente, y sopló con fuerza una rama junto a mi brazo, para que me tocara.
—Perdimos —Informó con satisfacción—. ¿Cuantas vidas tenemos?
—Dos —Puse una mano en su pecho, y lo empujé suavemente, haciéndolo retroceder. Se llevó varias ramas por delante—, y perdiste, de nuevo.
Me di media vuelta y empecé a maniobrar para no tocar ninguna rama. Echaba un ojo atrás para ver a Liam seguirme, balanceándose como yo. Las ramas se volvía más espesas mientras avanzábamos, y nos volvíamos más lentos. 
—¡Gané! —Le grite, para provocarlo.
Parecíamos unos niños.
Di media vuelta, y me lo encontré a dos pasos, en una pose ridícula que me hizo reír.
—Ok —Se rindió, enderezándose tocando todas las ramas que le rodeaban, y levanto las manos al cielo—. Te dejo ganar.
Estábamos más cerca de la luz, asíque se le podía ver la expresión a la perfección. Era una especie de alegría con miedo. Era muy extraña.
—Bueno, ya, hice trampa, toqué muchas ramas con el cabello, no te diste cuenta.
—Si lo hice —Admitió, sonriendo con cierta timidez—. Solo que no te dije nada.
—Que tonto —Comenté desviando la mirada, avergonzada.
El típico dejar ganar. «¡Que romántico!» pensé con ironía.
Me sacudí esa sensación mentalmente, y caminé por entre las ramas, a donde se suponía que estaban esos bancos para sentarse.
Era de esperar que estuvieran cercana a la luz. Allí estaban, a unos metros de la senda de corredores. Eran bancos dobles, pegados respaldo contra respaldo. Hecha con tablas de madera, pintadas en verde.
Me cuesta mucho todo esto, pero tengo que hacerlo hasta acostumbrarme, y... Que siga así.
No es que sienta mal estar con Liam, pero el impulso es rechazarlo, y él con alguna frase como aquella, siempre me recuerda en algún momento toda la situación en la que estamos metidos, y hace que el impulso me gane antes que pensarlo. Hace un rato ni había pensado en que estábamos bien, y en que le estaba permitiendo más de la cuenta, hasta que dijo aquello.
Por que no es normal, y él lo sabe. 
Como si tuviera que justificar el hecho del por qué estábamos así.
—¿Vamos a sentarnos un rato? —Pregunté señalando a los bancos, mirando a un costado, sabiendo que no estaría ahí, sino más atrás.
—Ah, si.
Caminé demasiado lento hasta allá, y aún así, Liam siguió atrás mío. Me senté en la esquina más cercana, en la banca que miraba a la senda. Me quedé mirando como Liam caminaba lentamente, hasta sentarse al lado mío, en el otro banco.
Supongo que pensó que me había molestado su comentario. Pero no entiende que no es eso, si no que me abruma la noticia. ¿Hace cuánto me dijo que gustaba de mi? Recién ayer.
Ok. Entiendo que su amor no empezó ayer, y que yo estuve tan ciega, pero recién estoy intentando cambiar de actitud.
Le miré de reojo, y vi como mantenía la distancia. Se me ocurrió la idea de abrazarlo. De hacer lo que él esperaba.
Suspiré.
—¿Estas cansada? —Preguntó, repentinamente interesado.
Una especie de ira me recorría el cuerpo. «¿Qué diablos me impide hacer las cosas?» me pregunté a mi misma.
Lo miré con atención, frunciendo el cejo, por el enojo que sentía.
Tenía unos mechones de cabello en la frente, oscureciéndole los ojos, pero ahora estábamos cerca de la luz, y podía notarle un azul muy oscuro.
¿Impulso? ¡A la mierda todo!
Me levanté, y me puse frente a él. Pude distinguir la sorpresa en sus facciones. 
Lo agarré del cuello, y dudé un solo segundo, pero le encajé un beso.
Liam quedó duro como una piedra, pero yo insistí. No sentía nada, es que la ira me llenaba todo, no había lugar para sentirme avergonzada o estúpida.
Liam entreabrió la boca entre la mía, generando una respuesta. Se levantó del banco lentamente, atrayéndome a él con una mano en la cintura, y la otra en la nuca. Mis dedos se clavaron en su cabellos, despeinándolo. Era suave, como alguna vez imaginé que sería al tacto.
La ira desapareció, pero el calor aumentó. Como si mi sangre hubiera llegado a punto ebullición, y se extendiera por mis venas. Sus labios buscaban los míos con una desesperación muy poco refrenada. Yo intentaba corresponderle con la misma energía, pero empezaba a sentirme mareada y sin fuerzas. La cabeza me estallaría en cualquier momento.
Una mano se deslizó por su cuello, hasta notar el cierre de la campera. Siguió abajo hasta su pecho y lo alejé lo suficiente como para darme un respiro.
Liam se separó casi a regañadientes, pero sus brazos siguieron a mi alrededor.
Como ya no había mas ira, me sentía avergonzada y estúpida. Las orejas y las mejillas me ardían, pero lo demás se volvió frío como un témpano, me imagine que el calor se congeló en un suspiro. 
No podía mirarle a la cara. Pero un dedo bajo mi barbilla, me hizo levantar la mirada. Aunque me rehusé a mirarlo a los ojos.
—Emily —Susurró. Pero yo miraba a un costado. Me moría de vergüenza. El era mi mejor amigo, y arruine todo—. Ey —Insistió él.
Se me escapó una mirada a su rostro. Y me observaba pacientemente, sin que le molestara la cercanía. El muy obstinado no se iba a mover un centímetro hasta que lo mirara, y yo no lo soportaba más. Asíque clavé mis ojos en los suyos.
—¿Por qué hiciste eso? —Inquirió.
Yo... No tenía idea ni de a dónde tenía las manos puestas. Las moví levemente, y una estaba apoyada en su hombro, en tanto que la otra en sus costillas.
Yo acabo de besar a mi mejor amigo. Hice lo que se me ocurrió, como había dicho que haría... Esto... Tengo que olvidarme de cualquier prototipo también, al parecer. ¿Qué acabo de hacer?
No se qué hacer. Acabo de cortar cualquier guía que me sirviera de ayuda en qué hacer. No soy prudente, o grosera, o amable, o responsable, ahora no soy nadie.
Bien, mi error. Debería pensar más en eso.
—Se me ocurrió y lo hice —Contesté desviando la mirada.
Su dedo bajo mi barbilla me hizo volver el rostro, otra vez.
Acercó su rostro aún más, entorpeciéndome en todo sentido.
—¿Y si se me ocurriera besarte? —Preguntó en un susurro. Mi respiración se aceleró, y se me nubló la vista. O.. No, mis ojos se cerraban sin mi permiso.