sábado, 3 de mayo de 2014

Déjalo ser cuando se trate de amor

Drew.
-¿Qué tan rápido lo puedes hacer, Drew? -inquirí distraída entre los papeles.
-Depende de cuánto tardes en estar lista.
Levanté la vista sin entender, y me encontré a Drew muy encima mío, me sonrojé sorprendida por su despreocupada manera de tratarme. Drew acercaba su cuerpo y hacía que los papeles entre nosotros se arrugaran.
No le importó.
Solo miraba mis ojos fijamente, y parecía ser de lo único consciente. Su mirada atrapando la mía. Lo demás, era pura agua corriendo naturalmente.
No parecía consciente de sus manos, que corrían por mi cadera atrayéndome hacía él, o la manera en que se acercaba, y los papeles crujían. No parecía consciente de mi súbito sonrojo, o cómo se entreabría mi boca para satisfacer la exigencia de oxígeno en mis pulmones por el bombeo alocado que comenzó a hacer mi corazón. Sólo parecía importarle que lo mirara.
-Dime -exigió y respiré su mismo aire.
Tragué en seco. ¿De qué estábamos hablando? Tomó los papeles de mis manos, y los colocó en algún lugar en el que no pude concentrar mi mirada, ya que estaba ocupada en sus ojos.
Sus ojos no vacilaron una décima de segundo. Seguían trabados en mi.
Sus manos subieron a la cintura, una mano en cada costado, y me apretaron.
De repente estaba en el aire, soltando un gemido que no quise, pero todo el aire escapó de mi generando aquél sonido. Drew dio dos pasos conmigo en el aire, y me sentó en un mueble tras de mi. Había estado congelada hasta que él me levantó, entonces me agarré de él de puro susto. Mis manos quedaron en sus hombros.
Sus ojos. Nunca dejó de mirarme. Parecía tener una buena geografía de la oficia, pero también de mi cuerpo.
Drew nunca había tenido nada conmigo. Yo estaba anonadada en este momento. No podía ni generar una palabra en mi boca, o tampoco pensarla.
Ok. Una mujer razonable sólo hubiera golpeado y puesto en su lugar al tipo por semejante atrevimiento. Pero era Drew, un tipo bueno con el que alguna vez había reído, o había querido borrar una tristeza suya con un abrazo. Sin embargo este trato suyo era semejante para con una mujerzuela, y debería sentirme ofendida, pero sólo quería dejarlo. Porque el cielo sabe cuantas veces he soñado con su boca y sus brazos alrededor mío.
-¿Qué... Qué es esto? -Tartamudeé nerviosa. Lo alejé.
-Te amo -Declaró con toda tranquilidad.
Un calor subió a todo mi rostro, y continuo hasta las puntas del cabello.
Tiene que ser una broma. Una muy cruel.
-¿Disculpa?
Sus manos bajaron de la cintura, pasaron por la cadera, y las deslizó por mis piernas hasta que cayeron a su lado. Su mirada se apartó.
-La noche pasada te has emborrachado. -Afirmó muy seguro.
-Y tu cómo sabes eso? -Exigí avergonzada. Era un estado deplorable. Ni siquiera recuerdo llegar a mi cama.
-Lo sé porque lo vi.
-Era una fiesta de mi amiga. Tú no estabas.
Recuerdo haberme sentido bastante mal, recuerdo ver parejas, muchas, y recuerdo cuando decidí que necesitaba aflojarme con alcohol. Pero en ningún momento recuerdo haberlo cruzado en aquél lugar.
Se alejó para apoyarse en el escritorio, y verme desde allí. Entonces me sentí incómoda de estar donde estaba.
Si sus ojos pudieran ser menos atrayentes... Chocolate fundido invitándote a caer.
-Porque no estaba en esa fiesta. Estaba afuera -explicó frunciendo el cejo-. Pasaba por ahí, cuando me llamó la atención el escándalo. Las puertas de lo que yo pensé que era un garaje se abrían, y comenzó a salir gente riendo y prendiendo cigarros. No di mucha importancia, hasta que me llamó la atención una voz. Miré y te encontré hablando bastante alto para estar tan cerca de un hombre de traje en la puerta.

»...mi número -mientras metías la mano en el bolsillo del pantalón de aquél hombre, y demorabas-. Ups... -reíste tontamente por un rato incómodo- ¿Me acompañas a casa? No es lejos... -El hombre se acercó a tu oreja, y te dijo algo, y se fue adentro.
Supuse que iba a buscar algo. Supuse que dijo que lo esperaras. Tú cruzaste la calle, y te quedaste mirando cómo salía la gente. Entonces no quise acercarme, no quería arruinar ningún plan tuyo, aunque igual lo hice.
-¿Lisa? -Tardaste en reconocerme.
-¿Drew? ¡Hola!
-Yo pasaba... Y te vi, y quise saludarte, pero no quiero robarte tu tiempo -me excusé.
-No. ¡No lo haces! ¡Drew! -gritaste mi nombre con alegría.
-Yo... No quiero interrumpir nada...
-¡La fiesta terminó, Drew! Todos van a casa a tener sexo.
Voy a admitir que en ese punto me sentí incómodo, no es que quisiera saber que ibas a tener sexo con el tipo que conociste mientras pasaba. -¡Que simpático eres! ¿Me acompañas? Son... Yo no se... -miraste un lado a otro, y pensaste un rato- 2... ¡3! Son tres calles para allí, Drew.
-Esperas a alguien -te recordé.
-¿A quién?
-Un tipo... De traje..
-¿El gay? No... Él se fue... ¡Después de decirme que era gay! -reíste tontamente.
-Lisa, no estás en tus cabales.
-Drew... -Mencionaste mi nombre cansada- ¿Tienes idea lo que es estar dentro de esa caja todo el tiempo? No poder decir lo que quiero. No poder hacer lo que quiero. Siempre cortés, siempre educada, siempre correcta. Estoy hasta las narices de eso, Drew. Mira -Te acercaste y me besaste, de una forma poco recatada, yo sentí tu sabor a alcohol y a frutilla. Sentí tu respiración cálida, sentí tu pulso como el de un pajarito, sentí que eras suave, sentí ganas de atraparte.
Tu boca entreabrió la mía, y pasaste la lengua suave pero con la pasión justa para desearte. Entonces yo también te besaba. Te atraje y te bese, pero yo no tenía ese talento tuyo de retenerme, es por eso que yo te comí con la boca, te mordí, competí con tu lengua, competí con tu deseo. Y me tuve que separar.
-¿Era algo que querías hacer?
-Desde mucho.
Tome tu carita, y te bese nuevamente. Suave, probando tus labios, y el movimiento de ellos contra los míos. Mis manos acariciaron tu rostro delicadamente como si fueras una muñequita de porcelana, luego tu suave cabello hasta tu nuca, donde te atraje más a mi, llevando la delicadeza de la porcelana al límite.
Ya no probaba tus labios, los saboreaba, y jugaba con los míos. Nuestras respiraciones eran masas de aire caliente contra el frío del exterior.
Cuando mis manos llegaron a tu espalda baja, era un juego de lenguas, transportando calor a todo el cuerpo. Y tu lo endulzaste antes de separarte un milímetro y mirarme con ojos negros y brillantes. Tus pupilas se habían tragado el azul de tus hermosos ojos.
-Algo que quería hacer desde hace mucho -confesé sin reparos-. ¿Vamos a hacer cosas que queramos desde ahora?
Tú sonreíste, y asentiste con la cabeza antes de abrazarme.
Caminamos las tres calles abrazados sin decir nada hasta la puerta de tu apartamento.
-Drew, quiero... -te ruborizaste- como último acto de locura antes de que se me pase la borrachera, quiero... Que subas conmigo...
-Quieres invitarme a tu apartamento?
-Sí -presionaste mi costado.
-No puedo hacer eso.
-Sí puedes, solo que no quieres. Drew -Tal como me besaste en la salida de tu fiesta, así me besaste en la puerta del edificio. Pero fuiste más lejos. Abriste mi abrigo, manoseaste mi pecho, estomago, y empezaste a manosear el cinturón queriendo abrirlo.
Entonces la situación me sobrepasó un segundo en el que acaricié tus piernas, fue cuando tuve que detenerme, y detenerte.
-¿Qué pasó con lo de hacer lo que queramos?
-No -alejé tus manos lejos de mi cinturón medio abierto, porque me estaba por volver loco-. Escúchame, tú no quieres esto... No estás pensando...
-No, Drew, tú escúchame -me interrumpiste-. ¿No quiero esto? ¿Es broma? Estoy a esto... A esto de no pedir un intercambio para no torturarme más con tu rostro. Para dejar de soñar contigo, para poder concentrarme, para poder tratarte normalmente, para dejar de observarte cuando tu crees que no te miro... Ya no me importa... Te quiero. Quiero tenerte. Sueño con que tengo la fortuna de ser tuya, de poder mirarte directamente sin evitar tu mirada, con tocarte como quiera sin sentir nada más que alegría de poder hacerlo, sin sentir que está mal o equivocado...
-Detente -pedí a punto de quebrarme.
-Quiero... necesito ver... Lo que es... Tener libertad de hacer lo que me gustaría...
-Estarías en mi cama sin ropa y enredada en mí... Si lo hicieses -aseguré atropellado y sin poder contener aquella confesión.
-Importa si es mi cama y no la tuya?
-No... No puedo... -a continuación huí.»

No podía detener el ardor en el rostro, mejillas, ojos, cuello, y manos nerviosas. Todo aquello que me contaba tenia que ser de otra realidad, una paralela, una vida que no se podía mezclar con esta, y sin embargo Drew daba fe a que eso había pasado hace una noche.
¿Drew dijo que me tendría en su cama?
-Al llegar a casa, pensé demasiado al respecto. Pero cuando llegué al trabajo y no te encontré, pensé que todo se iba a derrumbar, que podrías no querer mirarme a la cara nunca más. Entonces cuando llegaste a la hora de partir, supe que querías evitarme. Me quedé adrede a hacer más horas, y me hablaste tan normal, que concebí la inseguridad de saber que quizás no te acordaras nada de nada.
-Quizás quisiera no acordarme nada de nada -Asevere-. Lo siento tanto -Me disculpé después de bajarme del mueble y salir de la oficina.
Alcancé a llegar al baño, entonces las lágrimas brotaron, mis manos y piernas temblaron sin parar y pensé que el colapso iba a continuar hasta desmayarme. Por desgracia no ocurrió.
No sabría decir cuánto tiempo estuve allí odiándome, pensando en mudarme al polo norte y vivir en un iglú.
Me daba miedo todo. Me aterraba que Drew supiera lo que yo pensaba, que supiera mis sentimientos.
Me sentía herida.
Me sentía tan estúpida.
¿Porqué hizo lo que hizo? El Drew que yo conozco no era así. ¿Porqué se burlaba de mí? ¿Porqué jugaría así?
Entiendo que anoche pudo haber hecho algo tal con una mujer que estaba sola y se le estaba regalando, sin embargo no entiendo porqué decidió tomar eso para burlarse de mi.
Tenía que salir. No era una opción. Debía salir. Más aún, necesitaba escapar.
Me levanté del suelo y abrí la puerta. No había nadie. Tampoco debería estar alguien esperando por mi...
Entré a mi oficina, la cual estaba vacía, y me senté frente al escritorio como si nada hubiera pasado.
Las estadísticas no cumplían ningún orden o sentido. O yo no lo tenía y no se lo podía dar a los papeles.
Salí.
Volví a casa.
Sola.
No vi a Drew.
Subí a mi departamento por la escalera, busqué las llaves frente a mi puerta y encontré en mi bolso papeles.
Papeles con mi nombre, de hecho servilletas, con mi nombre y un número de teléfono, era mi letra. Y ese número era mío si tuviera dos ceros en vez de tres.
Esta mañana tomé el bolso arrebatada que usé anoche. ¿Realmente estaba entregando servilletas con mi número -con un cero de más- a cualquiera?
-Me quiero morir -susurré.
-Oh, no, por favor -escuché tras de mi.
Drew.
Se me cayó el bolso.
-Disculpa.
Algunas cosas se escaparon del bolso y rodaron por el suelo. Entre ellas un tubito. Se me heló la sangre.
Drew lo alcanzó y lo observó mientras elevaba las cejas.
Gel sabor durazno.
¿En qué rayos estaba pensando?
Me tendió el tubito en silencio.
Lo guardé con rapidez, y esperé a que dijera algo. Pero no lo hizo.
-Esto es... cada vez más bochornoso -admití entonces-. Yo lo siento por lo que pasó. Sé que las cosas ya no podrían ser como antes, y lo entiendo. No voy a tener más contacto contigo excepto por trabajo.
Silencio.
Saqué mis llaves para entrar. Quería escapar de su mirada.
-Oye, espera-pidió dubitativo.
-Tu no necesitas hacer esto -me adelanté-. Escucha. No sientas lastima. No pasa nada aquí. Sólo... No pretendas sentir cosas, si es por una especie de convenio... Porque yo no tengo autoridad de ascenderte de puesto...
-¿Qué?-me cortó.
-Eso. Yo no tengo...
-Es ridículo.
Sus facciones se molestaron. Se sonrojó, y estaba agitado.
-Me he expuesto sólo por un momento de borrachera. Es mi error.
-¿A qué te refieres? -Pregunté sorprendida, sin entender el significado de aquellas palabras. No en un sentido racional.
-A que pensé que gustabas de mi tanto como yo de ti. Que anoche decias verdades, pero fue una borrachera -hizo una pausa, volviendo su cabeza a un lado-. Me he expuesto en tu oficina... Soy un idiota, sólo no pude contenerme.
Él ¿Qué?
¿Yo qué?
Algún cristal dentro mío que no sabía que tenía se hizo añicos. El corazón me dio un vuelco tan brusco, dándome nauseas.
No podía creer lo que estaba escuchando.
-Tu... Te fuiste -le acusé catatónica.
-¡Yo no quería tener sexo! Yo quiero hacer el amor contigo.
Toda la sangre que mi corazón podía bombear se acumuló en mis mejillas. Podía sentirlo en todo mi rostro. Podía sentir que mi cuerpo había quedado vacío de aquél líquido y se agolpaba en mi rostro. Era todo un hormigueo por la médula espinal y electricidad por cada terminación nerviosa.
Drew se acercó para tomar mi rostro con una mano y mirarme con ternura.
-Tuve que escapar para no hacerlo. No quise herir tus sentimientos -rozó mi nariz con la suya-. Me mata cuando te ruborizas.
Hubo un deja vu en ese acto. Ese aroma, el calor de su respiración en mi rostro, su mano tibia, y otro sentimiento más fuerte, un sabor, su sabor. El sabor de su boca.
Lo bese y ahí estaba ese sabor. ¿Cómo pude despertar y olvidar todo aquello?
Pero todas esas sensaciones estaban dentro de un estupor demasiado pesado. Y esto no se comparaba.
Poder sentir eso que pensé que había soñado, era un insulto. Un insulto a lo que yo había pensado que sería. Era mil veces más fuerte a lo que pude imaginar.
-Tienes libertad de hacer lo qu te guste conmigo -susurró entre beso y beso.
Entonces entramos a mi departamento.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Sabes que te amo

¿Sabes, Lucy? Yo pensaba que estarías conmigo para siempre.

Pensaba que esto nunca ocurriría, y quizás por ello nunca te he dicho lo mucho que te amaba.

Cada minuto que he pasado a tu lado fue una vida plena, y en cada momento junto a ti, he pensado en lo mucho que te amaba.

Ahora que ya no estas, no recuerdo el por qué nunca te lo dije. Entonces ahora me suelo consolar con la idea de que en ese entonces no sabia que te irías tan pronto.

Me llena el sentimiento de odio, y es que ¡Tendría que habértelo dicho! No importa si pronto partías o si recién llegabas, solo tenia que decírtelo, para que lo supieras.

En estos días estuve pensando en cuanto te quiero, y ya no quiero pensar más en ello. El solo hecho de hacerlo me embarga de melancolía. Y no es que no te quiera querer mas, al contrario, quiero gritarlo a los cuatro vientos. Pero no es justo, porque si lo he sentido siempre, y no te lo he dicho, ¿Por qué ahora que ya no estas quiero gritarlo?

¿Sabes, Lucy?... Te amo.

Que estas palabras se las lleven tu recuerdo, pero al menos espero haberte hecho feliz.

He escuchado todas y cada una de tus palabras, y he sabido lo que yo significaba para ti, una y mil veces. Y este tiempo me ha nublado la culpa por no haberte explicado lo que tu significabas para mi.

No era mucho lo que había que decir...

De hecho sólo una palabra.

Todo.

¿Sabes, Lucy? Tu significabas todo para mí.

Ahora tengo la dicha de tener dulces recuerdos, y con eso me sobrellevo.

Todas las mañanas me levantaba temprano para observar tu paz. Recuerdo haber cerrado mi boca muchas veces para escuchar tus palabras y también tus silencios. He memorizado el color de tus ojos en tus alegrías, y el brillo vidrioso en tus tristezas. La melodía de tu risa, que siempre desprendía belleza y tranquilidad.

Todo ello me ayuda a esperarte, amor, cuando vuelvas.

Mas ahora, la soledad no me hace buena compañía, y es que ninguna es buena compañía equiparándola con la luz de tu presencia. Todo es sumamente silencioso y monótono.

Estoy solo esperando a tu regreso, ¿Cuanto mas falta, Lucy? Ya estoy viejo y escarchado, ¿A qué esperas para venir?

¿Sabes, Lucy? Siempre acertabas mis males. Con suerte, hayas acertado en mi corazón.

sábado, 21 de enero de 2012

Capitulo 11

Era un abrazo calido, quizás tenso para él teniendo en cuenta la diferencia de sentimientos. Pero si tuviera la posibilidad de no pensar, diría que es más agradable de lo que hubiera imaginado; y eso es decir mucho puesto que nunca me lo imaginé.
Si volviera al pasado, lo sentiría como un refugio, en donde los problema no existen.
Justamente ayer, en el árbol del colegio, en donde él me había confesado su amor, yo le había abrazado antes. Y era totalmente distinto a este abrazo porque... No lo sé exactamente. ¿El entorno era otro? ¿Había más intimidad en su habitación, a solas?
Tenia la certeza de que ambos teníamos sentimiento diferentes, pero ¿Qué tan lejos están uno de otros? Es decir, yo lo quería muchísimo a él. Él había hecho mucho por mi, en cambio yo no había hecho nada por él. Entonces, ¿No seria más lógico que yo lo quisiera más?
Liam suspiró profundamente, y entonces pensé que se iba a apartar de mí. Pero no lo hizo, de hecho hundió su rostro en mi cabello dejándome soportar parte de su peso.
Me alegre, y decidí que quizás, sí que le quería más.
Apoyé mi cabeza en su hombro, y el peso se igualo. 
No tenía que disculparse por nada. Él no me había obligado a nada, fui yo quien se desesperó con sus pensamientos. 
Sentí un calor en la nuca que me hizo encogerme de hombros muy levemente. Era su respiración la que provocaba aquel calor. Liam corrió el rostro, y luego se apartó, soltando los brazos que me sostenían por la cintura junto a él.
Pero mis brazos se quedaron duros entorno a él. Así que les obligué soltarse de a uno.
—Lo siento —Se disculpó con voz inexpresiva, algo automático. Entendí que fue meramente formal, y que a lo mejor ni tenía ganas de disculparse.
—¿Por qué? —Pregunté mirándole fijo.
—Por presionarte, y hacer que hagas cosas que no quieres.
—Yo no hago nada que no quiera —Contradije frunciendo el ceño. Pero luego me di cuenta que eso no era cierto, y que todo el mundo hace cosas que no quiere—. Bueno... —Agregué luego de una pausa. —La mayoría de las veces. —Especifiqué, y el rió negando con la cabeza.
Entrelacé ambas manos, y las mire, pellizcándome los dedos. Una acción totalmente hecha para evitar la incomodidad. Lo vi por el rabillo del ojo sonreír al observar mi jueguito con los dedos y comprender. 
Apunto de decir algo, se escuchó un ruidito a una distancia peligrosa de la puerta. Abrí los ojos como platos, y lo miré casi asustada buscando una solución. El me devolvió una mirada de alerta, y cerró los ojos con fuerza.
Mis músculos se tensaron y barrí la habitación con la mirada, buscando un lugar donde meterme.
Pensaba «No hemos hecho ruido. No lo hicimos. Sus padres tendrán una gran sensibilidad al ruido» 
Me estaba por meter debajo de la cama en medio de la habitación de forma infantil, cuando Liam me tomó del brazo y negó con la cabeza. Se dirigió a un rincón, y abrió el armario, corrió con brusquedad las perchas que sostenían su ropa a un lado, y me empujó con suavidad hacia allí. Era un lugar pequeño, así que me comprimí todo lo que pude para entrar y permanecer como una estatua.
Liam dejó la puerta entreabierta, y pude observar muy poco por aquella ranura. Sin embargo, supe que alguien había abierto la puerta, por el ruido del picaporte.
La pequeña ranura me permitía ver la pared. Asíque daba igual si la dejaba así, o la cerraba completamente.
¿O es que era por el aire? ¿Acaso iba a tardar mucho tiempo?
—¿Liam? ¿Sigues despierto? —Era su madre. 
Pensé con ironía: «Ni modo que este durmiendo parado... O sea sonámbulo»
—Sí ,mamá —Sonaba una pizca nervioso—. No puedo dormir.
—¿Te sientes bien? —Preguntó y sentí pasos, luego hubo luz. Más pasos.
Seguro se acercaba a su hijo para verlo mejor.
—Mamá —Murmuró en un tono quejumbroso—. No tengo nada. Solo... No tengo sueño.
Se escuchaba el movimiento de ambos cuerpos, y me pregunté qué le estaría haciendo.
—No digas tonteras, te escuche revolotear por aquí —Le reprochó —. Venga, te preparé algo.
¿Revolotear? Juraría que no hemos hecho ruido. Quizás estaba muy enfrascada como para notarlo.
Hubo un pequeño silencio, un momento de duda. Y luego su madre -que tenia una cadencia de pasos mas lentos y arrastrados- caminó hacia la puerta. Liam, por su parte, la siguió después de un segundo.
Había algo que me molestaba, quizás su madre me pareció un poco cargosa. Y lo mas probable fuera que me dieron celos. 
Me dieron celos de la preocupación de su madre por su hijo, de que se preocupara por que no pudiera dormir, de que se levantara de su cama para verificar que su hijo estaba bien, y de que algo tan vulgar como no poder dormir la hiciera ir a preparar algo para él.
Creo que he pasado miles de noche en vela, y mi mamá nunca se ha preocupado por ello. No es que la culpara de nada, porque ella vivía muy cansada por culpa del trabajo, pero... Me hubiera sentado reconfortante que un día me preguntara si había dormido bien esa noche. 
Las piernas se estaban adormilando en esa posición, y odiaba la sensación del cosquilleo. Pero la luz seguía encendida, y aunque no escuché más nada después de oírlos caminar hacia la otra punta de la casa, me atemorizaba la idea de hacer algún ruido, o incluso salir para estirar las piernas y volver.
Pero ya no podía sentir los pies, o mover mis dedos del pie. Asíque agudicé el oído para escuchar algo. 
Decidí que no había nadie, ya que ni siquiera un respiro se escuchaba. Sin embargo, abrí la puerta lentamente imitando como si se abriera sola, por las dudas de algún observador deje un segundo... y nada.
Levanté un pie para apoyarlo torpemente en el suelo, aunque sin hacer ningún sonido. Luego el otro, y me impulse con los brazos para levantarme y golpearme la cabeza con la parte superior del armario. Me llevé las manos a la frente cerrando con fuerza los ojos, no pudiéndome creer lo torpe que era. 
Perdido el equilibrio, trastabillé al querer caminar por culpa de los estúpidos pies dormidos, y me termine cayendo en el respaldo del pequeño sillón que había frente mío. Quedé doblada sobre el respaldo, la cabeza la tenía apoyada en el acolchado almohadón del sillón, mirando el mundo patas para arriba, aunque eso era mentira, porque tenía los ojos cerrados con fuerza, y las manos tapándome la cabeza. Pero lo supe por la presión que comenzaba a sentir, y la sangre acumulándose allí.
Me erguí despacito hasta quedar de pie, entera. La frente me latía del porrazo que me mandé.
Me quedé quieta, intentando concentrarme en lo que tenía frente a mí.
Ahora: ¿Hice mucho ruido? ¿Me habrán escuchado? Si así fuera, no podía quedarme aquí hasta escuchar que alguien venía y me viera. 
Me arrastré como pude al baño, cerrando la puerta, quedando al pleno oscuro. Me senté en el suelo contra la puerta, esperando algún sonido que me indicara que me habían descubierto.
Los pies empezaron a cosquillearme. ¡Una sensación tan fea! Me mordí la lengua y cerré los ojos con fuerza, para no moverme o hacer nada.
Al cabo de un momento, la sensación comenzaba a menguar, y detrás de la puerta en donde me apoyaba, no se escuchaba nada. Saqué mi celular, para usarlo como luz, puesto que si prendía la luz, sabrían que estoy aquí; si es que alguien estaba allá afuera.
Dejé mi celular en mi regazo, iluminándome la cara. Me empecé a masajear las deportivas que llevaba, para confirmar que mis pies eran utilizables otra vez.
Me levante del suelo, iluminando a mi alrededor (para no golpearme con nada, esta vez.) La cabeza me empezó a latir, justamente ahí, en el golpe. Me llevé una mano a la frente, y palmee imitando el roce de una pluma. Sentí todo magullado, pero luego comprendí que quizás eran mis arrugas de la frente, por la preocupación.
Relajé los músculos del rostro, y antes de volver a palmearme, vi el espejo frente al lavabo.
—Tonta —Me susurré a mi misma. 
Me acerqué y me iluminé la cara. Relajé la frente, y si, estaba magullada. Me había levantado un poco la piel, y estaba de un color morado, pero no era nada. No sangraba, o parecía muy feo. Solo un poco de piel transparente, nada más. Una línea extraña, que me cruzaba la frente.
Mojé papel, y me lo sostuve en la frente. Así se sentía fresco.
Volví a sentarme en el piso, aburrida. La soledad lograba que volviera a pensar en mis asuntos.
Malcom.
¿Qué haría sin él? 
Gruñí de la frustación.
A ver... Tengo problemas con los cambios. ¿Cual es el cambio? Voy a ser la única en esa casa. ¿Qué mas? Hummm... Ya no va a estar ahí cuando necesite un poco de cordura, ya no va a estar ahí cuando necesite observarlo, haciendo sus cosas, estando en la computadora, verlo pasear de un lado a otro buscando algo. Pero más aún, no va estar para no sentirme sola. Para enojarme quizás, cuando cambie de lugar algún objeto. Todo va a estar igual que siempre.
Si, quizás es porque es el único con una vida propia. Mamá en el trabajo, papá en el alcohol, y yo... No se. Volando por ahí.
Bueno, ya no más. No encontraba sentido a lo que estaba haciendo. ¿Se supone que siga así por el resto de mi vida? ¿Por un imbécil que me plantó falsas ilusiones?
Pero no es solo eso. Es mi realidad, a la que no quiero volver.
La de llegar a una casa que no me gusta, de ver el rostro de mi madre cansado, ver el de mi padre, perdido, con la vista nublada, y malhumorado… y... Oh... Yo me parezco a él.
Supongo que mi evasión no alcanzará para siempre, y necesite algo más para lograr olvidarme de las penurias. ¿Así es? ¿Mi papá se evade del mundo? ¿Porque esta mugrosa vida no le alcanza?
No quiero ser como él. La idea me desagrada tanto, que me doy asco a mi misma.
Descubrir esto debería ser como una gran vislumbramiento al camino de lo correcto, pero no dejo de pensar en que no quiero ser como él. No quiero arruinar mi vida, y la de los demás.
Se me forma un nudo en la garganta, por solo pensarlo.
Apoyé la cabeza entre las piernas, y poder tranquilizarme.
Me entró una urgencia horrible por buscarle un sentido bueno a la vida. Lo necesito. Algo, en todo este mundo, tiene que valer la pena.
Helen, mi dulce amiga. Ella es buena.
¿Malcom? Si, por supuesto que si. Y mamá también.
Liam.
El lugar en donde me encontraba.
Liam siempre está ahí. Él me quiere. Me quiere bien.
Un concepto general de buena vida sería: Dinero, amor, familia, salud y amigos.
Dinero: no tengo. 
¿Amor? Indefinido.
Familia: Supongo que sí. Incluso mi padre me sirve de ejemplo de lo que no quiero ser.
Salud: Por lo que yo se, va todo bien.
Amigos: Si. Valen oro, y no los cambiaria por nada.
"Nunca se está tan al fondo" "Se llama lógica, debes desarrollarla un poco mas" A lo mejor si. 
Por lo menos la mayoría de las cosas las tengo, ¿No?
Desvalorice todo lo que tengo, centrando mi vida en un problema. Ese problema no es Ryan, deliberadamente. Ese problema es mi padre, y yo. Son mis decisiones el problema, porque Malcom no parece aborrecido de nada.
Malcom se va a ir de casa, sin ningún drama, en tanto que yo... Elegí otra cosa.
Bueno, cambiaré de juego. Tendré que seguirle la corriente a esa minima parte de mi que, a mi parecer, dice cosas absurdas. Intentaré prestar más atención, para ver cuál es mi reacción habitual, y cambiarla en algo nuevo.
«Toc» se sintió detrás mí. Imaginé que sería la puerta al cerrarse.
Gateé hacia adelante, tanteando con las manos lo que había delante de mí, hasta que di con la ducha. Me metí ahí, cerrando la cortina.
Alguien vino hasta la puerta del baño, la abrió súbitamente, y encendió la luz.
Me mordí el labio inferior con fuerza, mirando para arriba. Imagine que a lo mejor, podría proyectar alguna sombra. Alguien suspiró, y apagó la luz. ¿Liam?
Me asome al momento justo en que cerraba la puerta, sin siquiera mirar. 
Me levanté, y salí de la ducha, para dirigirme a la puerta. La entreabrí, y me asome con cautela.
Lo encontré al lado del ropero donde había estado, agachado, recogiendo los objetos que vi al entrar. Eran adornos -una especie de cajita, y un soldadito con muchos brazos, y armas de todo tipo. Se había desarmado, por eso no le veía forma la primera vez que lo observé.- 
Entré a la habitación con sigilo.
—¿No hay moros en la costa? —Susurré bien bajito, pero lo sobresalte. Me miró sorprendido, y luego sonrió.
—No —Dijo al mismo tono—. Lo siento... Oye... —frunció el seño— ¿Qué tienes ahí? —Preguntó acercándose señalándome con un dedo.
—Hummm... —Miré instintivamente hacia arriba, aunque no pudiera ver el golpe— Si, soy muy torpe. —Admití.
—¿Qué pasó? —Se acercó para ver, pero luego se detuvo, sin invadir mi aire.
—Es extraño, pensé que había hecho ruido, y te metería en problemas... Bien, intente salir del armario, pero calcule mal las medidas, al parecer. 
—¿Cómo? En serio, no entiendo como pudiste hacerte eso —Me hizo una mueca. 
—Me levante muy rápido —Resumí —. Ah... Lo siento, ¿Soy mucha molestia? Tu madre... Ella es muy buena, no quiero meterte en ningún aprieto...
—No pasa nada —Comentó sonriendo —. Ya se va dormir —Hizo una pausa —. No es tu... Es que hice mucho ruido cuando bajé, ya te lo dije, pero pensé que no me habían escuchado. De todos modos, si me permites bromear, pensé que me preguntarías al respecto sobre cómo salté las escaleras, y yo te contaría alardeando, y tu te impresionarías.
No pensé que estaba de humor para bromear, y mucho menos sobre impresionarme, burlándose de sí mismo.
—Hummm... ¿Hiciste una buena acrobacia ahí abajo?
—¿No viste el desorden? Mi madre si lo hizo.
No recuerdo haber visto ningún desorden, gracias que veía bultos en la oscuridad para no tropezar cuando subíamos a su habitación.
—No importa —Le restó importancia con un movimiento de muñeca. Parecía... Un poco frenético. Es decir, hace un rato me decía con melancolía que me amaba, y ahora bromeaba. Se suponía que su madre le iba a dar algo para dormir, no para darle más energía.
—Ah... ¿Tu mamá todavía esta abajo?
—Cierto... —Comentó pensativo— Eh... Yo no sé... Tu... Ah... —Miró el piso— ¿Quieres quedarte? —Balbuceó.
Sentí un cosquilleo en la nuca. 
—¿Es ese un ofrecimiento o me preguntas qué pretendo?
—No... Eh... No se. Tu... ¿Te gustaría quedarte? —Esta vez me miraba a pequeños intervalos. Y ahora la presión recaía sobre mí, y me puse tan nerviosa como él.
No se trataba de si yo "quería". ¿Quería?¿A qué vine sino? Es sólo que... Después de todo lo que dijo, y todo eso... Era una situación incómoda.
—Te acompaño a casa, entonces —Agregó ante mi silencio.
—No es necesario —Me apresuré a responder—. No quiero que tengas problemas... Yo... Es tarde, y tus padres...
—Está bien, Em —Me cortó con su extraña tranquilidad.
Me callé sintiéndome de nuevo mierda de otro tacho.
No quería volver a casa. Pensé de forma caprichosa.
¿Qué pasó con eso de cambiar mi reacción? Sigo rechazando al pobre de Liam...Él se había vuelto a calzarse unas nuevas zapatillas, y recogió una campera.
—Quédate aquí un segundo —Me advirtió, volviéndose a la puerta.
Desapareció tras la puerta. Pude quejarme. Preguntar cómo saldríamos de aquí. Qué pasaría con sus padres si despertaban y él no estaba. Pero no dije nada. Estaba triste.
La puerta volvió a abrirse. "ese segundo sí que fue rápido."
—Tienes suerte. Mamá recién empieza a tomar su té —Fruncí el seño sin entender. 
¿Acaso eso es bueno? ¿No se iba a dormir? La cocina estaba justo al lado de la puerta trasera por la que entramos. ¿Cómo puede ser bueno que ella empiece a tomar té? La puerta de entrada estaba en una vista espectacular desde la cocina.
—No entiendo —Admití—. ¿Eso de "tener suerte" es una ironía? 
—No —Sonrió—. Ella tomará su té y luego irá a dormir como un bebé.
—Y ahí es cuando salimos —Intuí.
—No —Repitió. Empiezo a creer que el golpe en la cabeza me afectó—. Salimos ahora. ¿Tienes idea cuánto tiempo demora en tomar el té? Creo que se pone a pensar en la raíz de un numero negativo.
—Ah...
—¿Quieres esperar a que termine? Podría ser 15 minutos, tanto como 2 horas —Me desafió.
—¿Como piensas salir? —Inquirí.
—Oh, ya. Bajamos las escaleras, entramos a la sala de estar con mucho silencio, y ahí hay una gran ventana.
¿Cuántas veces Liam habrá hecho estas cosas? O las ha pensado.
Asentí sin protestar.
Lo seguí en silencio hasta las escaleras. Liam se pegó a la pared, y comenzó a bajar lentamente. Le imité con mucho cuidado, respirando suavemente.
Noté que se había puesto la campera, seguramente en ese segundo que salió. Era negra, y la tenía prendida hasta el cuello. Seguramente era para camuflar, sobre todo porque su camiseta gris se notaría en medio de la oscuridad, bueno, fue gris en un momento, ahora parecía una camiseta blanca sucia.
Liam se detuvo, y así lo hice yo. Desde el otro lado de la escalera provenía una luz amarilla. «Es imposible» pensé. 
Nunca podríamos llegar al pie de la escalera, y doblar a la izquierda. Su madre notaría el movimiento, y nos vería.
Liam sintió mi duda, y me agarró la mano, que estaba muy cerca suyo. La pegó a su costado con determinación. Bajó otro escalón, y esperó. Tironeó de mi para que bajara con él.
Luego asintió, y bajo de un salto las escaleras, arrastrándome con él.
Era más difícil bajar teniéndome de la mano, porque así tenía que estar pegada a él y no me dejaba mucho espacio para pisar tras él, sin tropezarme con sus pies. 
De alguna forma, llegamos a la sala de estar. Liam se dirigió a una esquina, en donde había unas cortinas color verde oscuro. Se metió en ellas, dejándome fuera, formando un bulto.
Ví como se movía, se agachaba, y hacía temblar levemente las cortinas. Sentí como la ventana se deslizaba, y me metí dentro de la cortina sin esperar una invitación.
Liam me tendió una mano para ayudarme, y salté al patio delantero, con Liam pisándome los talones.
Yo caminé a la calle, pero él se quedó cerrando la ventana, sin trabarla.
Cuando él se unió a mí, empezamos a caminar.
—Creo que es divertido esconderse de tus padres —Admití con cierta satisfacción. 
Hacia un tiempo que no sentía la necesidad de preocuparme qué estaba haciendo. Y en su casa no paraba de hacerlo, pensando en que su madre me escucharía o descubriría. Además, era algo así como... Excitante, en una forma de sentir un poco de adrenalina por el riesgo.
No era gran cosa, pero ahora es divertido.
—¿Si? —Preguntó— ¡Que bueno!
—Y... ¿Qué pasará si se dan cuenta que no estás allí?
—Eso no va a pasar.
—No quiero irme a casa —Le solté.
Liam se detuvo en seco, entrecerrando los ojos.
—¿Dónde quieres ir entonces? —Preguntó sin cambiar la expresión.
Había un lugar al que quería ir, pero no podía estando sola. Y ya no estoy sola.
—Vamos al parque. 
—¿Al parque? —Preguntó elevando las cejas.
Sus ojos ya no parecía azules. Estaban muy oscuros. La luz debe producir aquellos colores.
—Si —Dije sin pensar. "Empiezo desde ahora" me dije a mi misma. Voy a hacer lo primero que se me ocurra en la mente—. Vamos a pasear —Propuse.
—Ok —Aceptó con una sonrisa extraña.
Volvimos en redondo y cambiamos de dirección. Una brisa nos pegaba de frente, pero como antes, no lo suficientemente fría para hacerme temblar.
—Hay un lindo lugar ahí —Comenté—. Estuve una vez, y me pregunté que tal sería de noche. Supuse que sería muy lindo. 
Quizás pueda decir cosas estúpidas como tal. ¿A quién le importa?
—Bueno... Averiguaremos.
Quiero ser alguien normal. ¿Hacer esto no es normal? Lo voy a intentar con todas mis fuerzas. Intentaré vaciarme por completo para ser alguien que quiera ser. Alguien que tiene problemas y los supera, que le cuenta a sus amigos lo que le pasa, que hace cosas estúpidas y se ríe de eso, que se despierta a la mañana empezando un nuevo día y no cargando con el anterior.
Si, lo declaro ahora mismo, me vacío completamente. Soy alguien más.
—¿Podrías ayudarme a subir mis calificaciones? —Pregunté recordando eso— Es... El último año, y... No quiero arruinarlo.
—Vaya, vaya, vaya ¿Qué tenemos aquí? —Preguntó sonriendo picaronamente— Alguien le pide ayuda al "nerd" de 8.5
—"Nerd 8.5" —Repetí.
—Ya te dije... Cuando quieras —Dijo riendo. 
Parecía feliz.¿Estaba feliz por mi, o estaba feliz que le eligiera primero como me había dicho en su casa?
—Uh... Cuando puedas, podrías... 
—Siempre puedo —Me cortó.
—Ok —Levanté las palmas. El rió.
El camino no fue tan tormentoso yendo los dos. Encontramos gente mientras caminábamos, y no me parecieron tan amenazadoras como cuando iba sola.
Liam no era un físico culturista, robusto, o tenía pinta de bravucón y tampoco era alto, sin embargo me transmitía seguridad. Porque el siempre me protegía.
—Yo... Estaba desesperada en busca de una esperanza. Es que pasaba mucho tiempo en casa, y mi papá era insoportable. Entonces apareció Ryan como una esperanza. Él dijo que me sacaría de mi casa, y yo puse toda mi fe o esperanza, como quieras llamarlo, en él —Hice una pausa—. Cuando me dejó... Se llevó toda mi esperanza. Toda la había depositado en él, y se la llevó.
Le tomó un momento procesar la información.
—Si hubiera...
—Ya no importa —Le corté—. La parte normal es que... Le guardo rencor porque no me dijo el por qué terminamos. Ya sabes, cosas de chicas.
Me miró con una mueca en el rostro. Una mueca de duda. Pero desapareció por rabia.
—Yo era su amigo, pero lo odio por irse, Emily. Odio que te haya dejado por nada. Odio que te haya hecho sufrir de ese modo. Y odio más que te haya dicho que ahora quiere volver contigo.
—Hummm... No sabía eso —Lo cierto era que quería descargarme con Liam, decirle lo mucho que había sufrido, el mar de dudas que Ryan me había dejado, y quería escuchar que Liam también se había decepcionado de él, quería escuchar que también le había hecho daño, de un modo muy egoísta, de sentirme acompañada. Pero eso era lo que antes me hubiera gustado, y se supone que ahora no quiero eso—. De todos modos, ya pasó. Y yo nunca volvería con él. Me gustaría decir con satisfacción que ya no me importa.
—Si, pero... —Tenía dos opciones: Seguir hablando de ello, o cortarlo y seguir con el vacío.
—Ah —Interrumpí groseramente—, Ya casi llegamos.
Por lo menos queda en claro mi posición. Preferí el vacío, ¿No?
«Ya está, hablé de ello. Eso es todo» Pensé irritada. 
Era lo que la gente quería, decían que yo me encerré en mi misma, y que hablar de ello hubiera sido lo mejor. Bueno, ya lo hice.
Percibí la mirada sorprendida de Liam, pero seguí mirando al frente, sin prestarle atención.
Caminamos en silencio hasta llegar al parque, que estaba vacío. Es decir, de personas.
—La verdad, no vengo aquí casi nunca. —Admitió cuando llegamos, siguiendo una senda para los corredores, iluminada por grandes y altas farolas. No parecía muy interesado al respecto.
—Si, de hecho, eso mismo pensé cuando vine aquí —Comenté, y Liam se volvió a mirarme—. Es decir... Que la gente no viene aquí. Prefieren hacer otras cosas —Aclaré.
El parque ocupaba toda la manzana, había unos juegos de niños en una parte, como casitas con escaleras de plástico, esa parte en particular estaba más iluminada que el resto. Pero nosotros nos dirigíamos al lado opuesto. Al grupo de sauces viejos que se alzaban allá, oscuros.
Había una pequeña iluminación, pero no supe si era proveniente de la luna, o había una farola ahí dentro. Me dirigí hacia allí, llamando la atención de Liam.
—¿Este es un lugar "muy lindo" que querías ver de noche? —Preguntó acercándose.
Las ramas tristes y caídas de los árboles no tocaban el suelo, y para mí era bonito. Estaban de un color verde muy claro, por el cambio de estación.
—¿Tienes miedo? —Le reté.
Liam entornó los ojos, y me clavo la mirada.
—Lo suponía —Comenté por lo bajo, con aire de superioridad. 
Me dirigí a los árboles a paso ligero, dejándolo atrás. No con maldad, sino porque sabía que iba a seguirme.
De algún modo me recordó a Ryan. Él hacia este tipo de cosas. No iba a pedirte algo, sino manipularte de modo persuasivo para conseguirlo. Y yo me sentí como Ryan, sabiendo que Liam iba a venir atrás mío. Y así lo hizo. Al cabo de un segundo, me rozaba el brazo con el suyo.
—Yo no tengo miedo —Contestó con determinación. Lo observé y pude ver una pequeña llama bailándole en sus ojos.
Ralentice el paso cuando nos acercamos. Tenía las finas ramas al alcance de mi mano, y me imaginé una gran cortina de cuentas al estilo hippie. Pasé esquivando algunas que estaban más dispersas, y luego me llevé por delante algunas.
—Ok. Juguemos algo —Propuse, volviéndome a él, que estaba a unos pasos por detrás observándome—. Vamos a caminar sin tocar ninguno —Expliqué acariciando una rama, arrancando unas frágiles hojas.
—¿En serio? —Enarcó una ceja.
Me encogí de hombros, sintiéndome patética. Entonces Liam dio un paso al frente, se volteó, caminó de costado, y doblaba las rodillas para agacharse un poco, hasta llegar hasta mí.
Estábamos frente a frente con dos ramas, impidiéndole acercarse más.
—¿Así? —Preguntó sonriendo.
Yo estaba sonriendo, sin darme cuenta, supongo que me causó gracia en la forma que se movía. Asentí sonriendo más.
—No hagas trampa —Me advirtió, dando un paso al costado.
—Caminemos uno al lado del otro para controlarnos.
Esperé que diera el paso adelante para tenerlo a mi lado, y cuando lo hizo, tocó una rama con el hombro izquierdo. Liam frunció los labios.
—Perdiste —Anuncié.
—Esa no valía. No empezamos todavía.
—Oh, si —Puse los ojos en blanco—. Ahora ya empezamos. ¿Ok?
Me deslicé por entre dos ramas, y luego me moví de costado, por que de frente era imposible pasar. Eché un vistazo atrás y vi como Liam desviaba la mirada a una rama con fingida distracción. Pude ver como la rama a su otro costado se mecía disimuladamente.
—Volviste a perder, tramposo.
Liam me observó divertido, y se agachó, tocando con las manos el suelo, se arrastro hasta mí, y se irguió. Tomó aire profundamente, y sopló con fuerza una rama junto a mi brazo, para que me tocara.
—Perdimos —Informó con satisfacción—. ¿Cuantas vidas tenemos?
—Dos —Puse una mano en su pecho, y lo empujé suavemente, haciéndolo retroceder. Se llevó varias ramas por delante—, y perdiste, de nuevo.
Me di media vuelta y empecé a maniobrar para no tocar ninguna rama. Echaba un ojo atrás para ver a Liam seguirme, balanceándose como yo. Las ramas se volvía más espesas mientras avanzábamos, y nos volvíamos más lentos. 
—¡Gané! —Le grite, para provocarlo.
Parecíamos unos niños.
Di media vuelta, y me lo encontré a dos pasos, en una pose ridícula que me hizo reír.
—Ok —Se rindió, enderezándose tocando todas las ramas que le rodeaban, y levanto las manos al cielo—. Te dejo ganar.
Estábamos más cerca de la luz, asíque se le podía ver la expresión a la perfección. Era una especie de alegría con miedo. Era muy extraña.
—Bueno, ya, hice trampa, toqué muchas ramas con el cabello, no te diste cuenta.
—Si lo hice —Admitió, sonriendo con cierta timidez—. Solo que no te dije nada.
—Que tonto —Comenté desviando la mirada, avergonzada.
El típico dejar ganar. «¡Que romántico!» pensé con ironía.
Me sacudí esa sensación mentalmente, y caminé por entre las ramas, a donde se suponía que estaban esos bancos para sentarse.
Era de esperar que estuvieran cercana a la luz. Allí estaban, a unos metros de la senda de corredores. Eran bancos dobles, pegados respaldo contra respaldo. Hecha con tablas de madera, pintadas en verde.
Me cuesta mucho todo esto, pero tengo que hacerlo hasta acostumbrarme, y... Que siga así.
No es que sienta mal estar con Liam, pero el impulso es rechazarlo, y él con alguna frase como aquella, siempre me recuerda en algún momento toda la situación en la que estamos metidos, y hace que el impulso me gane antes que pensarlo. Hace un rato ni había pensado en que estábamos bien, y en que le estaba permitiendo más de la cuenta, hasta que dijo aquello.
Por que no es normal, y él lo sabe. 
Como si tuviera que justificar el hecho del por qué estábamos así.
—¿Vamos a sentarnos un rato? —Pregunté señalando a los bancos, mirando a un costado, sabiendo que no estaría ahí, sino más atrás.
—Ah, si.
Caminé demasiado lento hasta allá, y aún así, Liam siguió atrás mío. Me senté en la esquina más cercana, en la banca que miraba a la senda. Me quedé mirando como Liam caminaba lentamente, hasta sentarse al lado mío, en el otro banco.
Supongo que pensó que me había molestado su comentario. Pero no entiende que no es eso, si no que me abruma la noticia. ¿Hace cuánto me dijo que gustaba de mi? Recién ayer.
Ok. Entiendo que su amor no empezó ayer, y que yo estuve tan ciega, pero recién estoy intentando cambiar de actitud.
Le miré de reojo, y vi como mantenía la distancia. Se me ocurrió la idea de abrazarlo. De hacer lo que él esperaba.
Suspiré.
—¿Estas cansada? —Preguntó, repentinamente interesado.
Una especie de ira me recorría el cuerpo. «¿Qué diablos me impide hacer las cosas?» me pregunté a mi misma.
Lo miré con atención, frunciendo el cejo, por el enojo que sentía.
Tenía unos mechones de cabello en la frente, oscureciéndole los ojos, pero ahora estábamos cerca de la luz, y podía notarle un azul muy oscuro.
¿Impulso? ¡A la mierda todo!
Me levanté, y me puse frente a él. Pude distinguir la sorpresa en sus facciones. 
Lo agarré del cuello, y dudé un solo segundo, pero le encajé un beso.
Liam quedó duro como una piedra, pero yo insistí. No sentía nada, es que la ira me llenaba todo, no había lugar para sentirme avergonzada o estúpida.
Liam entreabrió la boca entre la mía, generando una respuesta. Se levantó del banco lentamente, atrayéndome a él con una mano en la cintura, y la otra en la nuca. Mis dedos se clavaron en su cabellos, despeinándolo. Era suave, como alguna vez imaginé que sería al tacto.
La ira desapareció, pero el calor aumentó. Como si mi sangre hubiera llegado a punto ebullición, y se extendiera por mis venas. Sus labios buscaban los míos con una desesperación muy poco refrenada. Yo intentaba corresponderle con la misma energía, pero empezaba a sentirme mareada y sin fuerzas. La cabeza me estallaría en cualquier momento.
Una mano se deslizó por su cuello, hasta notar el cierre de la campera. Siguió abajo hasta su pecho y lo alejé lo suficiente como para darme un respiro.
Liam se separó casi a regañadientes, pero sus brazos siguieron a mi alrededor.
Como ya no había mas ira, me sentía avergonzada y estúpida. Las orejas y las mejillas me ardían, pero lo demás se volvió frío como un témpano, me imagine que el calor se congeló en un suspiro. 
No podía mirarle a la cara. Pero un dedo bajo mi barbilla, me hizo levantar la mirada. Aunque me rehusé a mirarlo a los ojos.
—Emily —Susurró. Pero yo miraba a un costado. Me moría de vergüenza. El era mi mejor amigo, y arruine todo—. Ey —Insistió él.
Se me escapó una mirada a su rostro. Y me observaba pacientemente, sin que le molestara la cercanía. El muy obstinado no se iba a mover un centímetro hasta que lo mirara, y yo no lo soportaba más. Asíque clavé mis ojos en los suyos.
—¿Por qué hiciste eso? —Inquirió.
Yo... No tenía idea ni de a dónde tenía las manos puestas. Las moví levemente, y una estaba apoyada en su hombro, en tanto que la otra en sus costillas.
Yo acabo de besar a mi mejor amigo. Hice lo que se me ocurrió, como había dicho que haría... Esto... Tengo que olvidarme de cualquier prototipo también, al parecer. ¿Qué acabo de hacer?
No se qué hacer. Acabo de cortar cualquier guía que me sirviera de ayuda en qué hacer. No soy prudente, o grosera, o amable, o responsable, ahora no soy nadie.
Bien, mi error. Debería pensar más en eso.
—Se me ocurrió y lo hice —Contesté desviando la mirada.
Su dedo bajo mi barbilla me hizo volver el rostro, otra vez.
Acercó su rostro aún más, entorpeciéndome en todo sentido.
—¿Y si se me ocurriera besarte? —Preguntó en un susurro. Mi respiración se aceleró, y se me nubló la vista. O.. No, mis ojos se cerraban sin mi permiso.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Capitulo 10

¿Liam?
¿Ryan?
¿Liam?
¿Ryan?
O mejor… ninguno.
¿Quién dijo que tenía que estar con alguno?
Además, “ninguno” es la respuesta.
Liam es mi mejor amigo. Y Ryan… Él no.
Ni siquiera debería considerarlo como opción. Porque la respuesta es NO.
—¿Te acompaño? —Preguntó Liam a mi lado.
No quiero herir los sentimientos de Liam, con toda la confusión que tiene.
—Si quieres… —Dije sin compromisos.
Su mirada lo dijo todo. Levantó las cejas para mirarme fijamente, recriminándome.
No me quería obligar a nada, pero… ¡Claro que quería acompañarme! Y le molestaba mi respuesta.
Bufé. —Claro que si, ¿Por qué no? —Dije levantándome sin mirarle.
Pude ver que él también se levantaba, así qué me quedé a espaldas esperando que se me uniera.
No se, me esperaba que intentara algo, como acercarse a mi, o algo por el estilo.
Por el contrario, paso por mi lado.
—Vamos. —Dijo al pasar.
Me sonó un poco rudo. Sobretodo por que Liam siempre fue tan… atento.
Lo seguí por detrás sin hacerme esperar.
Dimos la vuelta al edificio para salir a la calle, y empezar a caminar
—No comprendo como haces en clases. —Empezó.
—¿Cómo hago el qué? —Pregunté sin entender.
—Mantener las calificaciones. —Responde con humor.
—¡Ah! No lo hago. —Comenté riendo. Hice una pausa a modo de broma, para luego contestarle: —Bueno, ya, están bajas, pero nada irreversible.
—Deberías prestarle más atención. Uno nunca sabe.
Él siempre ha mantenido su promedio, para poder conseguir una beca y entrar a la universidad. Esa es su meta. Lo cual admiro, porque lleva mucho tiempo trabajando en ello.
Quizás sus padres piensen otra cosa sobre el estudio, para que recurra a una beca como escape.
Tampoco es que sus padres sean millonarios, pero podrían pagar su estudio sin problemas.
—Como digas, “nerd” —Bromeé. Rompiendo el hielo.
Él no podía creer lo que le había dicho y reaccionó con un suave empujón hacia mi dirección.
Esto era amistad, ¿Cómo se puede arruinar?
—¡¿Qué?! ¡¿Acaso no es cierto?! —Exclamé observándolo.
Estaba bien. Se supone que estoy actuando “normal”.
Se limitó a negar con la cabeza con fingida reprobación, para luego reír. Una risa suave, fácil.
—¡Bien! No le hagas caso al “nerd” Pero luego atente a las consecuencias. —Amenazó con mofa.
—¿Qué tal las tuyas? ¿Arriba de 8?
—De hecho, arriba de 8,5. —Contestó con aire de superioridad.
No me quedó nada más que reír.
Caminamos en silencio un par de calles, y no pude parar de pensar en que Liam me había besado, y que gustaba de mí, y que aquí estábamos.
—¿Por qué Liam? —Le encaré mirándolo de reojo.
No hizo falta explicar nada para saber a qué me refería.
Solo me miró apretando los labios. Y todo siguió en el mismo silencio. Escuchando solo nuestros pasos.
Observé como guardaba sus manos en los bolsillos del Jean.
En la esquina próxima a mi casa, me planté para que se detuviera ahí.
Quedó de espaldas a mi, a unos pasos de distancia. Observé su movimiento.
Dio media vuelta, y se acercó a mi, quedando frente a frente.
—¿Por qué tú? —Dijo con nostalgia.
Asentí una sola vez, y esperé su respuesta.
—¿Por qué Ryan? —Preguntó con pena.
Comprendí que ambos estábamos sufriendo.
—Los mejores amigos son los novios que nunca serán. —Comentó alejándose.
«Si, la pareja perfecta que nunca será.»
Me quedé donde estaba mientras dejaba volar sus palabras.
—Supongo que no quieres que te acompañe hasta allá. —No era una pregunta., pero asentí.
—Bien, entonces, nos vemos… el lunes, supongo. —Se acercó a saludarme, y se fue, doblando en la esquina.
Me quedé como boba ahí parada, sin hacer nada por un rato.
Los mejores amigos no son novios por eso. ¡Porque son amigos!
Porque ser novios arruinaría toda la amistad, porque ya no se confiarían secretos, porque ya están otras “prioridades” y lo divertido se vuelve serio.
No quiero perder a Liam como mi amigo. Ha sido tan fiel conmigo que no quiero perderlo así.
Me vino la depresión del solo pensarlo.
Se me hizo un nudo en la garganta, que no me dejaba tragar, y los ojos se empezaron a nublar.
Miré para arriba, y no permití que esa lagrima cayera.

Mi estilo de vida se había convertido huraño. Mi estimulo de vida lo apagué por un rato, porque no quería andar llorando como una niña tonta que la botaron. Pero en vez de eso, arruiné mi vida. Seguía siendo yo, pero en automático. Lo único que quería era dormir. Por lo menos así, todo se acababa de algún modo. A veces, me obligaba a despertarme para ir con Helen, y seguir siendo su amiga.
La verdad, ni yo misma puedo describir como era en realidad. Porque estaba allí, y hablaba con mis amigos, me juntaba con ellos de vez en cuando; y a la vez, no estaba.
Pero ya estoy cansada.
—Em, ¿Vas a cenar? —Preguntó Malcom apoyado en el marco de la puerta. No lo había escuchado acercarse.
Lo observé a oscuras.
¿Cómo puede ser que no supiera nada de la vida de mi hermano? Tan protegida que me sentía a su lado, ahora ya no me satisfacía.
—Si volviste a hacer tu comida de perro, entonces no. —Bromeé.
Al principio me miró pestañeando, sin comprender. Pero al cabo de un segundo sonrió.
—Vas a lamer el plato del perro con tal de comer más. —Presumió.
—Ok. —Acepté levantándome de un salto, para ir con él. Casi me tropiezo con una bola de ropa que había dejado tirada a la mañana. Entonces volvió a reír.
—Te extraño, hermanita. —Comentó dándome la mano para ayudarme.
Lo miré perpleja, deteniéndome.
—No me he ido a ningún lado. —Titubeé.
—Exacto. —Coincidió. ¿A qué se refería?
Después de ayudarme, caminó hacia la cocina y se dio media vuelta para mirarme.
—¿Vas a comer o no? —Preguntó esta vez con un tono desinteresado.
—¿Y mamá? ¿Y papá? —Quise saber. No los había visto en todo el día, lo cual a pesar del alivio, me resultó extraño.
Malcom se volvió dentro de la cocina, ignorándome.
La casa estaba a oscuras. En la sala de estar había una pequeña farola encendida, llenando de una luz tenue, que contrastaba con la luz blanca y brillante de la cocina que asomaba por la puerta, y me hacia entrecerrar los ojos.
Suspiré y entre en la cocina.
Malcom estaba revolviendo salsa en el fuego. El aroma que despedía me hizo rugir las tripas.
—Mamá se queda hasta tarde en el trabajo. Y papá… él… supongo que se siente inútil, odia tener que admitir que mamá es la que mantiene todo esto. Así que se fue a sus pagos. Ya sabes, la historia de la vida.
«Si, inútil. Ya lo creo…» pensé con sarcasmo. Si así fuera, movería el culo del bar al que va tan seguido, y buscaría un trabajo fijo. Dejaría de gastarse la plata en alcohol, y por ultimo, aportaría algo a esta casa.
¿Quién creería eso?
—Mejor así. ¿Quién quiere tenerlo aquí dentro?
Malcom meneó la cabeza y exhaló con fuerza. Apagó el fuego, y abrió la puertita del estante sobre su cabeza para sacar un plato.
Repentinamente dejó todo, y se volvió para verme con una insistencia incomoda.
—Emily, por el amor de Dios, deja de vivir en el pasado y en tu mundo, para volver a la realidad. ¿Si? —Asentí sin estar segura de poder hablar, pues me tomó por sorpresa. —Ya sé, piensas que me volví loco, y no me importa. Pero te veo despierta, y sé que ahora me escuchas. Hablo de que… me escuchas de verdad, y no me sonríes diciendo alguna cosa indiferente para meterte en tus asuntos.
«Alguna cosa indiferente» Repitió mi mente, ofendiéndome. Yo no decía alguna cosa indiferente, ¡Yo escuchaba todo! ¡Y lo que decía era con sentido!
—Que ridículo. —Protesté.
—¡Eso! ¡Eso haces! ¡Respuestas que terminan todo tipo de conversación!
—Malcom, te estoy escuchando. —Espeté enojándome. —Y en realidad, es ridículo lo que dices. Sé lo que digo, y es distinto la “indiferencia” a que no te guste mi respuesta. —Expliqué con resentimiento. —No tiene sentido nada de lo que dices. ¿Qué quieres decir con tanto teatro “te extrañé”, “la historia de la vida”, “vuelve a la realidad”…? —Añadí a regañadientes la ultima. —Ve al punto. —Exigí.
Él volvió a darse media vuelta para sacar el bendito plato y servir un cucharón de salsa, para luego colocar una bola de espagueti.
—Me voy a ir de casa. —Comentó con tranquilidad.
Me asombró. Si creía que la vida no podía ir peor… me equivocaba. Siempre me equivocaba.
—¿Por qué? —Se escapó de mi boca lastimeramente, y me odié por ello.
Sirvió el otro plato, y los llevó a la mesa sin decir palabra. La mesa ya estaba servida, con la vajilla en una punta y en la otra. Pero él siguió como si nada, abriendo la heladera para sacar una jarra de jugo fresco, y lo colocó exactamente en el medio de la mesa, prosiguiendo a sentarse.
Enojada, me senté y lo miré con recelo.
—¿No puedo saber por qué te vas?
—¿No crees que es demasiado obvio? —Preguntó dejando caer el cubierto que había alzado. —Ya estoy bastante grandecito para vivir de mis padres, Emily.
—Pero ¿A quién le importa? Estamos bien así. Es decir…
—Tienes serios problemas con los cambios, Emily. Hazte ver. —Me cortó con crueldad.
Un sollozo ahogado resonó en mi garganta sin querer.
—En ese caso… Lo siento por no querer que te vayas. —Escupí levantándome con fuerza de la silla, para salir.
Esperé a estar fuera de casa para dejar entrever las vergonzosas lagrimas.
La noche estaba tranquila. Un poco fresca, pero no lo suficiente como para hacerme tiritar. Me refregué el rostro con el dorso de la mano, y empecé a caminar hacia el instituto, porque era el único lugar que conocía a donde ir. Era de noche, y estaba consciente de que no podía ir al parque o algún lugar como tal. Pero tampoco podía ir al instituto a estas horas.
Helen.
Mi mejor amiga. Podría ir  a su casa.
En realidad, podía volver a mi casa y encerrarme en mi cuarto. Pero estaba tan apenada de volver a esa casa. ¿Por qué se tiene que ir? Entiendo que algún día iba a pasar, pero… ¿Por qué ahora?
No tengo derecho. No tiene por qué quedarse en casa, solo para verme ir y venir sin decir nada. Pero verme a mi misma en la casa a solas, hacia que el corazón se me encogiera.
Desde ya me sentía sola y angustiada. No necesito más.
«Serios problemas con los cambios» Dijo. Bien, y ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Saltar de alegría? ¿Por qué? La única persona en esa casa con la tengo una relación aceptable es él. Mamá no cuenta. Ella es simplemente mamá.
Volví a limpiarme las lagrimas, intentando calmarme, pero solo caían más.
Me senté en el cordón de la calle. Y lloré hasta calmarme al fin. No me gustaba llorar, pero últimamente lo hacia a menudo.
El ceño se me fruncía y las lagrimas volvían a atacarme incontrolablemente cuando pensaba en Malcom.
Entonces decidí dejar de pensar en ello.
Helen. ¿Qué le voy a decir?
Simplemente… toco la puerta rezando que abra ella y no su familia. Y le digo ¿El qué? “¿Hola, me puedo quedar esta noche porque... Mi hermano se va de casa?”
Eso no tiene sentido. De todos modos, ella entendería, ¿No?
Mi celular comenzó a vibrar en el bolsillo del Jean. Lo saqué sabiendo quién podría estar llamando, así que contesté sin siquiera mirar dos veces.
—¿Qué? —Pregunté groseramente.
—¿A donde fuiste? Vuelve ya a casa.
—¿Porqué iba a hacer eso? ¿Acaso tu lo harás? —Contraataqué. Hubo un corto silencio.
—¿A dónde estas? —Inquirió con una tranquilidad repentina.
—Adivina, idiota. —Colgué.
Si, sabía que estaba siendo irracional y caprichosa, pero no me importaba ya nada. Me levanté temerosa de que de repente alguien me viera. Mi hermano, papá o mamá se acercaran para buscarme. No estaba lejos de nada, en absoluto, y si Malcom salía a buscarme, tenia altas posibilidades de encontrarme. Y yo no me quería enfrentar a ello todavía.
Por lo que empecé a caminar de vuelta en dirección a la casa de mi amiga. El celular vuelve a vibrar, por lo que atiendo sin decir nada.
—¿Hola? ¿Emily? —Era la voz de Liam, preocupada desde el otro lado del celular.
—Ah, hola Liam. ¿Qué pasa?
—Eso mismo me preguntaba yo. Tu hermano me llamó preguntando por ti.
—¿Mi hermano hizo eso? —Pregunté incrédula.
—Hummm... Si. ¿A dónde estas Emily? —Sonaba preocupado.
¡Oh, genial! Si Malcom lo llamó a él, pensaba que estaba en su casa. Y si yo le digo a donde estoy, o mejor dicho, a donde voy... Le va a decir a Malcom. No hay nada como alguien preocupado por ti, que haga que la gente se vuelva histérica contigo.
—Yo... No le hagas caso a Malcom, estoy bien.
—Emily... —Protestó.
Pensará que no tengo la suficiente confianza en él como para decirle, y me rompe el corazón. Él mas que a nadie es en quien confío.
—No te preocupes. Te llamo luego. —Me despedí. Antes de escuchar otra queja, colgué.
Por la calle del frente paseaba un señor calvo con su perro. Estaba vestido de gimnasia como si, fuera o viniera de entrenar. Me ponía nerviosa estar a la vista de alguien. Me hacia pensar que a lo mejor se reirían de mi o algo.
Impaciente, caminé a paso más enérgico, cuando el celular volvió a vibrar en mi mano. Me fije en la pantalla que dictaba "Helen"
—¿Hola?
—¡Emily! ¿Donde rayos estás?
Declaro que cuando me cruce con Malcom de vuelta, le voy a pegar una patada en el trasero tan fuerte, que no va poder sentarse ni estar parado.
—Hola Helen. —Saludé cansada.
—Tu hermano me llamó preguntándome si estabas aquí. Entonces, como no estas aquí ni en tu casa. ¿Donde estás? —Me asombraba que Helen pudiera ser peor que cualquier madre.
—Yo... Pensaba ir a tu casa.
—¿Si? —Ahora sonaba mas tranquila. —¿Qué tan lejos estás?
—Ya casi llego.
—¡Perfecto! Te espero, y preparo...
—Pero —La corté. —No quiero molestar, así que... Si fuera posible que tus padres...
—Ah, ya. No te preocupes.
—Otra cosa..
—¿Si?
—Me debes lealtad a mí, y no a mi hermano. —Ella rió despreocupada.
—Tranquila, Em. Soy tu amiga, no voy a delatarte.
—Ok, gracias.
—Te espero.
El resto del trayecto intente mantener la mente en blanco, pero una vocecita preguntaba «¿Qué vas a hacer?»
«No lo sé». Le respondí.
Helen estaba en el porche de su casa, sentada en las escaleras, esperándome. Las luces de su casa y la del porche le daban la espalda, y cuando alzó la vista para verme llegar, tenia el rostro lleno de sombras que le hacían rasgos extraños por momentos.
—Hola Helen. —Saludé al acercarme.
—Emily, ¿Qué pasa contigo? -Su tono era de reprobación total.
—Lo se, pero entiende Helen. No quería quedarme en mi casa.
—¿Por qué? ¿Qué pasó? —Preguntó haciendo un ademán con su mano a su lado, para que me sentara con ella.
Podía recordarla en mi sueño. Con las mejilla encendidas al mirar a Derek, el "morocho", porque quería que la ayudara. Ella tenía vergüenza, y ahora está en frente mío, exigiéndome saber qué me pasa.
—Malcom quiere irse de casa. Y no pude soportarlo. —Exprese con tristeza, mientras me sentaba en los escalones.
—¿Es tan malo?
—Es todo cuanto tengo allí, Helen. Es la razón que no me sienta tan sola. Y... Quien me protege.
—Pero, Emily, si él es todo eso, ¿Por qué le haces esto? Llamó a mi casa para decirme que si te veía o si sabia algo le avisara.
—¿Y lo hiciste? —Pregunté con un deje de desesperación.
—No. —Contestó después de un rato. —Pero, aun así, él está preocupado. No creo que sea justo.
Como toda buena amiga, además de aconsejarte... Te dicen la cruda verdad.
—Nada es justo. —Espeté. —¿Porqué tengo que preocuparme en ser justa con los demás, si nada lo es conmigo?
—Porque hay que aceptarlo como es. Emily, déjalo ser. Déjate llevar por la vida.
—Creo que lo hice cuando salí de casa.
—Esta bien. —Reflexionó mirando al frente. —Si, esta bien.
Nos quedamos mirando la noche, que estaba tranquila y silenciosa a pesar del silbido del viento.
—Yo... No me sentiría bien si uno de mis hermanos se escapa de casa a la noche.
Yo tampoco me sentiría bien. De hecho, no me siento bien. Se que dentro de poco mi mamá o mi papá llegara a casa, y no se que dirán.
Mi corazón late fuerte, pero cada latido es un golpe. En este momento quisiera que no latiera más.
Tengo que hacer lo correcto. Tengo que... Cambiar esto, y hacer lo correcto. Tengo que... Enderezar el palo torcido que soy. Y tengo que... "dejarlo ser" y "dejarme llevar por la vida".
—La decisión es tuya, Em. Puedes quedarte en casa esta noche, por supuesto, pero yo solo intento que entres en razón. —Comentó al cabo de un rato sin mi respuesta.
—Lo sé, y gracias. Debería hacer esto más seguido.
Se asombró ante mis palabras. O se horrorizó, no lo podría definir.
—Oh, no. Hablo de hacer esto, hablar, que me aconsejes y eso.
Dibujó una media sonrisa en su rostro.
—Si. Eso creo. Yo... Pensaba que... —Titubeó.
—¿Qué...?
—Pensaba que te habías cansado de mí, o algo. No lo sé, algo que yo hice pudo molestarte... Y... No lo sé, quizás ya no éramos tan amigas. Es decir, si somos amigas, pero no como antes. Como si hubiera una hoja de papel entre nosotras, ¿Entiendes? Algo pequeño, pero que de repente, nos separa unos centímetros.
—Si, lo siento. —Fue todo lo que pude decir.
—Tenemos que esperar a que mis padres suban a su habitación, para así poder entrar sin que ellos sepan que estás aquí. —Planeó.
—Hummm… Creo que tienes razón. Sobre mi hermano. Será mejor que vuelva.
—¡Oh, si! —Exclamó con alegría.
—Otra vez, Gracias. —Helen se acercó y me abrazó.
—¿Para qué estamos las amigas, sino? —Susurró, y luego se alejó poniéndose de pie. —¿Vas a estar bien? Es de noche y...
—Todo va a estar bien. —Le prometí.
Nos despedimos con una sonrisa, y me di media vuelta para retomar mi camino.
Seguía sin tener ganas de volver a casa, pero Helen tenía razón, y quizás Malcom estaría mal y preocupado por mi.
Saqué mi celular del bolsillo, y marqué.
—Emily, ya. Vuelve ya mismo a casa. —Atendió al segundo.
—Lo siento, Malcom.
—Lo siento yo también. —Se atropelló en decir. —Supongo que te defraudé.
—No te preocupes. Yo... No quería aceptar que la única persona que me quedaba, me iba a abandonar. Pero estaba o estoy equivocada.
—Ven a casa, así hablamos. —Sugirió con apuro, y se me vino a la mente mis padres.
—¿Ellos lo saben?
—¿Quienes?
—Mamá.
Se escuchó que respiraba con fuerza.
—Si.
—No quiero ponerte en problemas, así que... Puedes decirle que he ido a casa de Helen. Lo cual no es mentira. Dile que esta noche me invitó a dormir.
Hubo un pequeño silencio, que decidí romper yo, porque la duda me podía.
—¿Qué dijo ella al respecto? ¿Por qué no me dijiste a mi?
—Te dije, y mira lo que estás haciendo.
—Me... No es... Porque... —Tartamudeé sin tener una idea concreta. —Hay otras formas de decirlo. —Concluí airosa.
—Supongo que si, ¿Vas a estar en casa de Helen, en realidad?
—Si. —Mentí. —Déjame en paz. Solo necesito pensar. Ya te dije que lo sentía y que no te preocupes.
—No estoy de acuerdo. Pero recapacita todo lo que quieras, a lo mejor veas las cosas más claras.
—Lo haré. —Colgué.
Ya era bien entrada la noche. Y tengo que admitir que me daba miedo andar sola. Cualquier ruido hacia que se me saltaran los ojos de las orbitas, por mirar qué lo había producido. Pero tenía que tener la mente fría para pensar a donde estaba yendo, y a donde ir.
En la calle de enfrente doblaron por la esquina dos chicos jóvenes, que parecían venir o ir a una fiesta por las ropas que llevaban. También parecían un poco borrachos por la forma en que caminaban, desgarbados.
Guardé el celular que lo tenía en la mano y seguí caminando más rápido. Me dije que doblaría a la vuelta para perderlos de vista, por las dudas, pero me rehusé a ser paranoica, y seguí de largo.
Ellos venían por la calle de enfrente, murmurando, un poco más atrás que yo. Pues, había empezado a caminar más rápido.
Hubo silencio, porque de repente dejaron de murmurar. Fue entonces que dejé que la paranoia se apoderara de mi, e iba a salir corriendo a penas doblara la próxima esquina. Pude notar que caminaban en diagonal, como cuando uno va a cruzar. El corazón se me salía por la boca, pero apreté el paso, aun más.
Alcance la esquina cuando ellos comenzaron a cruzar hacia mi, y empecé a correr. Después de unos segundos escuché sus risas que provenían de la esquina. Es decir, ni se molestaron en seguirme. Y en ese momento me di cuenta que hice el ridículo, porque ellos no eran malos.
De todas maneras, seguí corriendo por un rato. Había una frase que me consolaba "Mejor prevenir que curar".
Paré después de un rato, porque los pulmones me quemaban. Y el aire que respiraba me era insuficiente, quería más. No importaba cuan profundo respirara, quería más. Profesores de gimnasia decían que no debía parar abruptamente cuando se corría por un tiempo, sino que había que mantenerse en movimiento hasta recuperar el aliento, así que empecé a caminar de nuevo.
Recuperándome de a poco, noté que conocía las casas que veía al caminar.
Si, las conocía. Liam vivía por acá. En la otra cuadra para ser exactos, doblando a la izquierda, en mitad de cuadra.
"Déjate llevar por la vida" vino de repente a mi mente.
Bien, no podía quedarme vagueando por ahí, a estas horas. Y mucho menos después de la bromita que me hicieron. Es mi amigo, después de todo. ¿No?
Si, un amigo que no quisiera ser mi amigo, sino algo más.
No podía pensar en Liam como eso. Como un… chico. Era extraño, es como que de repente, algo que creías seguro, tangible, conciso, se transforma en algo lejano e inalcanzable, y que el cambio intenta comerte la cabeza al pretender descifrar qué causó tal cambio. Tal diferencia también te descoloca y ya no sabes qué reacción producir. Entonces todo lo que conocías se evapora, y empieza todo de nuevo.
Doblé en la esquina, y las manos comenzaron a sudarme. Quise darle el merito a que corrí como una desquiciada, pero no era convincente que justamente me sudaran las manos por ello.
Quiero hacer las cosas bien, quiero arreglar las cosas rotas, y Liam es una de ellas, tanto como todo lo que me rodea, que lo estropeé bastante, por cierto.
Ya no hay vuelta atrás. Voy a sacar el "reverse" del cambio, para poner "primera" en mi vida.
Avanzar se ha dicho.
Yo quiero avanzar, pero a veces soy medio torpe y abandonada. Quiero avanzar, pero no quiero enfrentarme a las cosas. Es mucho más fácil sentarse a ver, que interferir. Pero es tiempo de hacer algo al respecto.
La casa de Liam, se levantaba ante mi, como una gran montaña. Era de dos pisos, luciendo renovada y moderna a comparación de mi casa.
Había una luz en una de las ventanas del piso de arriba. Supuse que era la habitación de los padres, porque la habitación de Liam estaba ubicada al fondo. Su ventana daba al patio trasero.
¿Cómo hago ahora?
Me dirigí al costado de la casa, en donde había una puertita de madera cerrada con una simple traba desde adentro. Si pudiera sacarla...
Estiré el brazo logrando pasar por arriba de la puertecilla, poniéndome de puntillas y apretándome a la puerta, pude tocar con mi dedo índice la traba. Solo tenia que correrla.
Se podía decir que casi estaba parada sobre el dedo gordo del pie, del esfuerzo que hacia para alcanzar la traba. Seguí rozando la traba, hasta escuchar el chasquido que indicó que al fin la pude correr.
Suspiré del alivio. Ya se me estaban acalambrando los dedos.
Entré con sigilo, recordando con alivio que a su madre no le gustan los animales, y no pueden tener perro.
Rodeé la casa, prometiéndome que si no veía signos de vida de Liam desde la ventana, me iría de allí.
Me invadió una tristeza enorme cuando no vi ninguna luz encendida, y todo oscuro y tranquilo en su lugar.
Busqué alguna excusa, pero me dije que no le molestaría y me iría. Así que di media vuelta cabizbaja, para volver al pequeño pasillo.
Ahora me preocupaba la traba. ¿Como la iba a poner de nuevo?
Deje de pensar en la estúpida traba, cuando escuché un chasquido casi imperceptible. Y luego algo venía detrás de mi. Quise darme la vuelta para observar horrorizada que si poseían un gran perro asesino, o que alguna cosa venía a atacarme. Pero no tuve tiempo. Fui derribada con fuerza, cayendo al piso, golpeándome brazos y piernas al intentar amortiguar la caída.
—Mierda. —Maldije, sintiendo un peso aplastante sobre mi, y punzadas en el codo derecho.
Era una persona, pensé irónicamente. Respiraba agitado en mi oreja.
—Maldito... —Empezó a decir, mientras cambiaba de posición, pero seguía sobre mi. De repente, me giró bruscamente y sin miramientos, dejando la frase inconclusa .La voz no solo era masculina, sino también conocida.
Cuando me giró hacia arriba, y pude enfocar los ojos en la persona, vi los rasgos familiares de Liam.
—¿Emily? —Profirió con toda la perplejidad reflejada en su voz.
Yo también estaba confundida. Lo único que pude hacer, fue mover con dificultad el brazo en una posición menos dolorosa, y acomodando las piernas bajo su peso.
Parecía que estaba en shock, porque lo único que hacia era observarme parpadeando consecutivamente.
—¿Que...? —Intentó preguntar, pero volvió a callar. Por mi parte, solté un tenue gemido de dolor cuando su peso se balanceaba sobre mí.
Liam, abrió los ojos como platos, como si se hubiera despertado de un sueño. Y se levantó abruptamente.
—¡Oh, lo siento! ¡Lo siento tanto! ¿Qué…? ¿Cómo... ?
Me ayudó a ponerme en pie de vuelta, con delicadeza.
—¡Vaya! Pensé que querías matarme a golpes. —Exclamé con sorpresa.
—¡No! —Negó rotundamente. Me pasó un brazo por la cintura para ayudarme a caminar.
La verdad, que no lo necesitaba. Lo único que quería era sobarme las piernas hasta que acabara el dolor, pero no podía hacer eso. Así que me reconfortó ese brazo.
—¡No! —Repitió con mas calma. —¡Lo siento tanto! Yo... No sabía que eras tu.
—Entré para ver si estabas despierto, y como vi tanta oscuridad, supuse que estabas durmiendo. -Expliqué. -No quería molestarte. —Estábamos en el patio trasero, y había mucha mas luz que en ese pasillo diminuto. Examiné el codo, que seguía punzando. —Y al final, saliste corriendo como un loco a atacarme. —Finalicé con asombro.
Es que... No podía creerlo. Liam era un tipo pacifico, de esos que dicen "hablemos" antes de irse a las manos.
—Lo siento tanto. —Repitió apenado. —Es que... No sé que pasó. Yo estaba sentado, mirando por la ventana, pero en realidad no estaba mirando, yo solo... Pensaba. —Contaba, mirando un punto fijo de la casa. Los ojos le brillaban bajo la escasa luz. Y me di cuenta tristemente que no recordaba un gesto como tal, corroborando que, ahora todo era una percepción nueva. —De repente, un movimiento captó mi atención en la oscuridad, y no lo pensé dos veces. Y si, quizás fue lo mas estúpido del mundo, ahora que lo pienso, pero no me detuve a pensar en ese momento. Salí enfurecido, porque no podía creer que esto estuviera pasando ante mis ojos. Pensé que eran ladrones o asesinos o vagabundos, borrachos, ¡No lo sé! Cualquier cosa que no fueras tú.
—¿Qué pretendías hacer después? —Pregunté con curiosidad.
Cuando me dio la vuelta para arriba con violencia, no parecía que quisiera hacer mucho más que eso. Insultarme, quizás.
—No lo sé... —Divagó con la mirada, para luego observarme. —¿Estas bien? Lo siento.
—Supongo que si. —Levanté por sobre el codo la camisa, para confirmar que estaba todo bien. Era solo un rasguño, nada importante. —Unas tres gotas de sangre, quizás. —Calculé.
—Lo siento tanto. —Repetía una y otra vez. Tomó mi brazo que sostenía en el aire para observar también el daño.
—Moriré desangrada, deberías sentirlo. —Concluí.
—Ven, vamos a lavar eso. —Comentó dirigiéndose a la puerta trasera.
—¡No! —Tire de su brazo que tenía en la cintura para ayudarme y empujarme hacia adentro. —No quiero que me vean tus padres... Seria... Vergonzoso. —Confesé, poniéndome nerviosa.
—¿Por qué piensas eso? Vamos. —Instó.
—No, en serio. —Insistí, plantándome al suelo. —No quiero molestar, ni que me vean así. Yo... Entré a su casa sin permiso, y... Te hice asustar... Y... No debería estar aquí. Mira la hora. —Comencé a sentirme culpable.
-Bueno, ya. Cállate. Vamos, sin que se den cuenta.
—¿Si? —Pregunté insegura.
—Ellos probablemente ya estén en el séptimo sueño, ni me escucharon bajar. Y créeme, hice mucho ruido.
Convencida, me dejé arrastrar hacia la casa. Entramos, y estaba todo oscuro, justo como lo había visto.
Las escaleras para subir a su habitación, estaban justo al lado de la puerta. Solo tuvimos que adentrarnos un poco, para subir, pues la escalera miraba al frente, y nosotros estábamos atrás.
Me imaginé que los escalones crujirían, y sus padres nos escucharían, pero no fue así. Ningún escalón crujió. Todo estaba en perfecto silencio.
Entramos a su habitación, que estaba bastante limpia. A pesar de unos pequeños objeto tirados por aquí y por allá. Ni siquiera la cama estaba con signos de haber sido usada.
Liam cerró la puerta tras de si, y me empujó mas adentro.
—Vamos, vamos. —Urgió.
En el lado izquierdo de la habitación, había una puerta, a donde me guiaba, y a donde estaba el cuarto de baño.
De las veces que visité a Liam, nunca tuve la necesidad de utilizar su baño. Así que era una sensación extraña utilizarlo justo ahora.
Al entrar, Liam encendió la luz y abrió el grifo de agua.
Entré un poco cegada, hasta acostumbrarme a la luz. El cuarto parecía comprimido. Como si tuviera la sensación de que si se le agregaba algún detalle más, no habría lugar para entrar.
Extendí el brazo hacia él, que estaba de pie frente a la pileta, abriendo el grifo.
—¿Lo lavo y ya? —Pregunté.
—Estoy pensando... Tienes pelusas de la tela. No se si sacarlas ahora, o si se irán con el agua.
Me encogí de hombros.
—Ok. Déjame ver. —Acercó el rostro a mi brazo, para ver de cerca, mientras levantaba su brazo, delicadamente. Formando una especie de pinza con los dedos, se acercó y pellizcó a milímetros de mi brazo. Metió los dedos en el agua que seguía corriendo y repitió lo mismo. A veces me hacía una especie de cosquilla que me producía piel de gallina.
Liam al notarlo sonrió.
—Listo, lávate.
Puse el brazo completo en la pileta, y dejé que el agua corriera por el.
Al lado de la pileta, en el mínimo espacio que había entre esta, y la ducha, tenía lugar un estante de madera, pintado en blanco. Abrió las largas puertas, y sacó una gasa, con un liquido naranja rojizo.
Embebió la gasa en el liquido, y le extendí el brazo. Lo colocó sobre la herida y rebuscó un poco más en el estante, hasta sacar una cinta adhesiva blanca. La puso en su lugar, para que la gasa no se moviera.
Al salir del baño, lo miré frunciendo el seño.
—Es solo un rasguño. —Protesté elevando la venda.
—Me hace sentir menos peor. Al menos, morirás de cualquier cosa, excepto desangrada. —Comentó con gracia.
—Bien. —Acomodé la manga de la camisa a su lugar, tapando el vendaje. —Quizás, todo esto sea sólo porque querías jugar al doctor. —Propuse.
—No estas tan errada. —Respondió sentándose en la cama. —Bueno, voy a organizar mis preguntas, y mis suposiciones. -Comenzó. —¿Por qué viniste hasta aquí?
—No lo sé, la verdad. —No iba a decirle que necesitaba a donde quedarme, porque sonaría grosero. —Creo que... No tengo otro lugar al cual recurrir.
—Tus amigas. —Contradijo.
—Si, creo que es eso. Fui a casa de Helen, y... Es como si estuviera gritándome con los ojos que lo que hago está mal. Y ya sé que estoy haciendo mal, pero quiero ser egoísta por un rato. Entonces estas tú... Y no siento esa mirada amedrentadora. —Solucioné.
Su humor era cambiante, pero nunca me miraba culpándome. Solo... Aceptaba lo que era. Y es todo lo que necesito en este momento.
—Tu hermano me llamó. Ya te lo dije...
—Si, el muy torpe llamó a Helen también. —Agregué.
—No dijo nada. Solo preguntó si estabas aquí. No deja entrever mucho a la imaginación, por lo que supuse que te habías ido de casa. —Hizo una pausa, y si esperaba que hablara, no lo hice. —Pero sé que no te fuiste para visitarme, y tomar el té.
Me hizo acordar que no había cenado nada, y me dio hambre.
—No. —Sonreí. —No lo soporto más. —Concluí derrumbándome contra el piso.
Liam me miró alarmado, pero luego se calmó entendiendo, y se acercó lentamente para acuclillarse a mi lado.
—¿Tu papá? —Intuyó sin éxito.
—Todo, en realidad.
—Nunca se está tan al fondo. —Opinó.
—Puedes equivocarte.
—No, en realidad no. —Terció. —Soy el nerd del curso. Esos tipos nunca se equivocan.
—Pero yo si. Una, y otra, y otra, y otra, y otra...
—Es que sólo ves la mitad de la cosas. —Me calmó con un brazo en el hombro.
—Quizás. Porque si las viera completamente, conocería el fondo del fondo.
—No crees realmente eso, ¿Verdad?
—Una parte muy pequeñita no la cree, pero el resto si.
—Esa parte pequeñita, se llama lógica, debes desarrollarla un poco más. —Convino con paciencia, casi como broma.
—Quiero intentar rehacer las cosas. —Comenté llevando la cabeza para atrás, chocando con la pared.
—Cuando quieras… —Ofreció encogiéndose de hombros, dejando caer su brazo de mí.
Me percaté de que había una sillón, enfrentado a la única ventana de la habitación. Entonces pensé cuando dijo que estaba pensando, hasta que me vio.
—¿En que pensabas? —Pregunté curiosa, ya que lo había pasado por alto.
—¿Cuándo? ¿Ahora? —Giró el rostro para mirarme.
—Antes de que llegara.
Volvió a mirar al frente, frunciendo los labios.
—Cosas.
—Interesante… —Comenté, imitando fascinación. —¿Quieres que me vaya, así puedes seguir pensando en cosas? —Pregunté, esta vez con sinceridad.
—Ya no tengo que pensar en ellas. —Respondió con calma, mirándome de reojo.
—¿No? —Insistí. A lo mejor hablaría de una vez, si presionaba un poco más.
—Te llamé porque estaba preocupado por ti. Y en vez de aclarar las cosas, me dejaste más preocupado todavía. Entonces, pensaba en que podría estar pasando por tu mente, sin éxito, por supuesto. Por lo que, me quedé reflexionando en que quizás, las cosas no estaban tan mal a como me las imaginaba. —Hizo una pausa, para luego mirarme. —Y ya no necesito pensar más en ello, porque estás aquí conmigo. —Finalizó como cuando uno cuenta un cuento, y llega la parte feliz.
—Te dije que no te preocuparas, que estaba bien. —Le recordé.
—Sin embargo, no estás aquí porque quieres, ¿No es cierto? —Prosiguió sin inmutarse ante mis palabras.
—¿De qué hablas? —Pregunté confusa.
—De que fuiste a casa de Helen. No viniste hasta aquí. —Me culpó. Miraba al frente, sin ninguna expresión en el rostro.
—Siento que te sobrepaso. —Admití.
—Pero siempre piensas en alguien más primero. —La amargura desbordaba en su voz. Era lo único que demostraba alguna emoción, porque seguía sin mover un músculo de su rostro.
—¿Qué te pasa?
—¿Qué me pasa? Me pasa que estoy cansado de que siempre me tengas en segunda línea, Emily. Me pasa que siempre soy el último. —Explotó elevando el tono de voz, casi a la histeria. —Y no importa cuan reconfortada te haga sentir, siempre vas a pensar en alguien más a la hora de elegir. Probablemente sea que eres masoquista, y que te gusta todo ese tipo de cosas. Como por ejemplo el elegir sufrir por Ryan, o no hacer nada por mejorar tu vida. Y quizás ya esté cansado de esperar que abras los ojos. —Gesticulaba con las manos nerviosamente. — Porque me pasa que soy tan masoquista como tú. En vez de olvidarte de una vez, sigo intentando ponerme en tu camino, para que me hagas a un lado una y otra vez. ¿Qué quieres? ¿Qué sea tan idiota como Ryan, para que me tomes en cuenta?
—¡No! -Dije perpleja. —No quiero hacerte daño.
-¿Mas del que me haces? No creo que lo logres.
—¡Lo siento! ¿Si? ¿Crees que me gusta esto? ¿Eso crees? Pues, qué equivocado estás. Quiero arreglar las cosas. —Me defendí.
—No creo que puedas arreglar esto. Es cosa mía, después de todo.
—No es cosa tuya, cuando estoy involucrada
—Es cosa mía cuando no puedo hacer nada para que cambies de opinión.
—¿Qué me estás pidiendo?
—Nada. Ese es el problema. No puedes darme nada que quiera.
Las manos me temblaban, como si hiciera 10 grados bajo cero. Decidí cerrarlas en puños, para que se quedaran en su lugar.
—Te amo. Es tan frustrante estar enamorado de ti, Emily. No te das una idea. Pero es todo mi culpa, ¿Entiendes? No tengo ningún derecho, pero me lo atribuyo de todos modos. Cómo si amar, te diera esa facultad. Yo no te pido nada Emily. Sólo necesitaba que lo supieras, porque, después de todo… Es imposible olvidarme de ti, pensando que pudo haber quedado alguna posibilidad entre nosotros. Ahora, viendo que no la hay, todo es más fácil… O al menos eso creo yo.
Me gustaría corresponderle, me gustaría terminar diciendo “Ey, no seas idiota, yo también te amo.” Pero no estaba segura. Él era mi amigo, y no se le dice eso a los amigos.
Era una necesidad decirle reconfortarlo, quería borrar ese sentimiento que lo perturbaba. Sin embargo, no quería plantar falsas ilusiones. Ni siquiera yo sabía si lo amaba. Porque, es obvio que lo amo, pero no de la manera en la que él quisiera.
—Te mereces lo mejor. —Aseguré. —Y yo no estoy ni cerca de eso. —Admití con melancolía.
—Pero tú serías capaz de hacerme sentir eso que tú dices que merezco. —Clavó la vista en sus manos, que ya estaban quietas, descansando en su regazo.
—Si eso crees, pues ¡Vamos! —Exclamé desesperada. —Aquí me tienes. —Indiqué.
Causaba tanto daño, que no podía soportar la idea de dejar todo así. Me desesperaba no poder hacer nada. No poder decir palabras que reconfortaran de la manera necesaria, no poder dar el aliento que se exigía.
Me desesperaba ser la causante de su dolor.
No me importa hacer lo que sea por mejorarlo, mucho menos si se trata de él.
Liam me observó escéptico. Estaba incrédulo razonando mis palabras. A pesar de todo lo que me había dicho, su mirada seguía sin culparme de nada. Una lucecita siempre le iluminaba los ojos, quizás sea el color lo que causaba ese efecto.
De repente su rostro se suavizó, y se calmó, mostrando una mirada tan serena, que me resultó extraña.
Se puso de pie, extendiéndome una mano para acompañarlo, la cual no rechacé.
Sentí cómo se me contraía el estómago, de puro nerviosismo, y cómo las piernas me flaqueaban.
Sabía perfectamente lo que proseguía. Y el cuerpo no me ayudaba. Estaba rígido.
Ya de pie, y a su altura, lo miré a los ojos, rindiéndome.
Liam se acercó, con la misma paz y serenidad que lo invadió hace un rato, y no hice nada al respecto.
Pero nada pasó.
Me abrazó. Eso fue todo.
—Discúlpame. —Pidió en un susurro junto a mi oído.
La sorpresa tardó mi respuesta a su abrazo, que le devolví con retraso.

sábado, 19 de febrero de 2011

Capitulo 9: Liam

Por más que la busque por todos lados, Emily no está.

   Hoy no vino al colegio. ¿Por qué? ¿Le habrá pasado algo? ¿El padre le hizo algo?.

   Me rindo y trato de pasar el rato.

   Estamos sentados en las sillas del bar del colegio.

   Hace una temperatura especial. Corre una brisa hermosa.

   Tyler quiere salir a algún lado con todo el grupo.

   ─Tengo sed, ¿Quién pone dinero para la bebida? ─pregunta Tyler.

   Generalmente, cuando tiene ese tipo de actitudes, me hace acordar a Ryan.

   Creo que Tyler está más que feliz con ser el nuevo "líder" (por llamarlo de algún modo).

   Bueno, supongo que siempre será así. Uno que siempre va a la cabeza por los demás.

   No es que sea malo. Pero es molesto. Por eso no me opongo, ni hago de rebelde. Yo también tengo sed.

   Hacemos una ronda para poner el dinero en su mano.

   ─¿Quiéres que valla yo? ─Me ofrezco.

   ─¡Claro! ─Me dice alegre. ─Me ahorras el trámite. ─agrega, guiñándome un ojo. Por un momento, pensé que se refería a que no tenía ganas de ir. Pero cuando me dejó el dinero en la mano, y se fue junto a una chica, creo que llamaba Claire; comprendí.

   ─¿Vamos? Te acompaño, así no vas solito. ─Ashley, tan fiel a su trabajo: Estar siempre rondandome.

   Respondo con una sonrisa forzada, y me pongo en marcha.

   Ashley va inusualmente muy tranquila y callada. Pero la verdad es que, se esta muy bien así, por lo que ni me preocupo en empezar la charla.

   ─¿Sabes? Hace mucho que no salgo a ningún lado, ─Oh, no. No lo hagas. No me lo pidas. ─Y veo que a ti también te hace falta un poco de aire nuevo. ¿Por qué no salimos un rato después? Es decir, nosotros dos. ─Pregunta sin rodeos, enfatizando las palabras "nosotros dos" para descartar el viaje grupal.

   Genial, si me lo pide.

   Creo que estoy empezando a odiar esa forma suya en que siempre termina presionándome a hacer algo. A lo que me refiero es que... Nunca un "Te gustaría... ", "Que te parece si... ", "Quieres... " Es obvio que me pregunta, y que puedo decir "no" perfectamente.

   Es sólo que... no puedo.

   Hay algo en ella que es bueno.

   Es decir, ¡Está intentando ayudarme!

   ¿Por qué o para qué tengo que ser tan malo, o desagradecido con ella?

   Ya estábamos en el mostrador del bar.

   Me giro y le sonrío sin compromisos.

   ─Eh..., ─murmuro.

   ─¿Si? ¿Le ayudo en algo? ─interrumpe el señor que atiende el bar.

   ¡Oh! ¡Que oportuno!

   Ashley se queda esperando una respuesta, y yo con la nueva excusa, me vuelvo al vendedor sonriendo para hacerle mi pedido. Y por si fuera poco, me adentro más en el lugar, dejándola unos minutos.

   ¡Que actitud la mía!

   Me siento mal por ella, y antes de que el señor me cobre, le pido un chocolate, que pago por mi cuenta.

   Me reuno de vuelta con ella y levanto mi mano enfrente de la suya.

   ─Toma. ─Ella abre la palma y ve caer el chocolate. ─Gracias por acompañarme ─Es obvio que no solo me refiero a ahora, pero no tengo la menor idea de si ella lo capta, o se da cuenta.

   Se le ilumina el rostro con una sonrisa y responde animada:

   ─Si así va a ser,... Entonces te acompaño más seguido.

   Mmm... Ya, como si no lo hiciera todavía.

   No me gusta cómo sonó eso.

   Creo que es una tremenda metida de pata.

   ─Vamos ─insto.

   Empezamos a caminar de nuevo, y es imposible ignorar el cambio de humor en Ashley.

   Entonces... ¿Salimos a algún lado? ─Pregunta, ahora mucho mas confiada.

   Se nota el contraste, su pregunta anterior estaba manchada de inseguridad, y ahora hasta podía sonar entusiasmada, segura de mi respuesta.

   Esto es un error.

   No puedo dejar que esto, o mas bien ella, avance más.

   ─La verdad es que... Estoy sin energías para salidas. ─Miento insulsamente, pero se lo traga ─Pero... Quiero hablar contigo de algo.

   Para entonces, ya llegamos a la mesa en donde estaban todos.

   Hablamos de tonterías mientras bebemos, y luego toca el timbre que nos indica ir a clases de vuelta.

   Como se hace costumbre, algunos nos quedamos un rato mas sentados, hasta que Ashley me agarra para empujarme a clases, y luego cuando ya empiezo a caminar, se queda aferrada a mi brazo.

   En clases, intento prestar toda la atención posible, sin prestar mucho interés a los intentos de charla de Ashley, que ahora se sienta atrás mio.

   Asumo que es de mucha importacia, para ella sobretodo, que le tengo que informar mi desinterés hacia ella, o hacia cualquier otra. (Claro, con una excepción, pero no tiene porque saberlo)

   Cuando finalizan ya las clases. Recojo mis cosas, y salgo distraido por el pasillo.

   Cuando salgo ya del edificio, me acuerdo de mi tarea: Hablar con Ashley. Entonces detengo mi paso, y miro a mi alrededor. No la encuentro, y supongo que todavía no salió, como la mayoría, me vine muy deprisa.

   Me apoyo en la pared lateral del edificio, para tener mejor vista de quien sale, aunque está un tanto alejada (no mucho).

   Cuando la veo salir, sé que no me esperaba, porque se le escapa una sonrisa de sorpresa.

   Mientras se acerca, noto que se está regodeando en su propia felicidad.

   Me siento una miérda.

   ─¿Me esperas para acompañarme tú a mí? ─pregunta arquenado las cejas.

   ─De hecho, te tengo que decir algo ¿Recuerdas? ─Respondo, pero como si fuera buen perro, me levanto para obedecer. ─Te lo digo mientras vamos. ─La afirmación sonó como pregunta.

   ─Bueno, vamos. ─Dice, elevando las comisuras mientras asiente.

   Caminamos un rato, para alejarnos de cualquier oyente, después de todo, no quiero que sea mas bochornoso para ambos, de lo que ya es.

   Ashley me toma la mano, y dice:

   ─Entonces...

  Yo miro nuestras manos entrelazadas. Las levanto a la vista de ambos, y ella las observa conmigo un poco confusa, como si me preguntara si eso no era lo que yo quería.

   ─De esto quiero hablar ─Respondo agitando su mano.

   Ella quiere empezar a decir algo, pero la interrumpo, porque se que va a decir todo lo contrario a lo que yo estoy tratando de soltar.

   ─No, Ashley. Creo que... No está bien esto. ─aminoramos el paso, hasta detenernos y quedar de frente.


   ─No puedo... ─Empiezo sin saber muy bien qué decir. ─No puedo corresponderte. ─Digo un tanto inseguro por el término. Pero para afirmar más lo que dije, dejo caer mi mano de entre la suya.


   Ashley no tiene la menor idea de cómo actuar, o su respuesta es desconsierto.


   ─Pero... ─Es lo único capaz de decir. En su cabeza le está dando mil vueltas al asunto, seguramente filtrando algo que ella hiciera mal. Que interpretara mal. ─Yo...


   ─Puede que no sea muy tarde para... Ya sabes, mirar por otro lado. ─Comento.


   Un bien para los dos: No me siento tan poqueria, y ella se busca algo más.


   Ella me mira directo a los ojos, y aprieta los labios volviendo a bajar la cabeza cuando dice:


   ─¿Ya es demasiado tarde para ti? ─pregunta certera.


   «Si, ya es demasiado tarde para mi» pero no lo voy a decir en voz alta. En cambio, levanto mi brazo pasandolo por sus hombros, lo que la voltea de nuevos hacia al frente, y froto mi mano contra su hombro en respuesta.


   Empiezo a caminar de vuelta, lo que la obliga a ella también.


   ─Igual, eres buena amiga. ─Afirmo sinriendo para ya acabar con la tensión. ─¿Te gustaría ser sólo mi amiga? ¿O no lo merezco? ─Parodio, y ella sonrie al fin.


   Me palmea la mano que está en su hombro y se suelta.


   Cuando creo que me va a responder, me encaja un beso en la boca.


   Un beso desesperadamente apasionado. Sus manos, ahora en mi nuca, me aplastan contra su rostro.


   Aunque me cuesta, la separo de mi.


   Sus facciones me hacen la pregunta: ¿Y? ¿Sigue siendo demasiado tarde?


   ─Lo lamento Ashley.


   Ella se resigna de una vez por todas.


   ─Está bien. Disculpa por todo esto. Mejor sigo yo sola desde acá. ─murmura.


   Mientras se va, me doy cuenta de que a lo mejor fue para que no la viera llorar, o algo por el estilo.


   La entiendo, ¿Es que no es lo mismo o parecido a lo que me pasa a mi?


   Ya es demasiado tarde para mi. Intenté muy tarde que me gustara otra chica.


   Emily es la que quiero.








   Al otro día, todo es normal e incómodo con respecto a Ashley.


   Nos saludamos, si. Estamos cerca en el mismo grupo, si. Nos dirigimos la palabra, si. Pero ahi llega todo.


   Lo primero que noto es que, al tocar el timbre, ella ni me mira, sólo va a clases sola.


   Y es obvio ese cambio frente a los espectadores.


   Hoy Emily si vino. Y físicamente, esta bien (No sé, esperaba ver si el padre le puso la mano encima), aunque es obvio que no es la misma.


   Si antes me enojé porque ella estaba en su mundo, ahora deberia estar furioso de que literalmente viva en el mundo de su mente.


   Tiene la mirada fija en la nada, y en momentos frunce el seño intentando descubrir el mayor de los secretos.

   Cuando los días pasan, y sigue igual, me paso de nuevo al grupo de ella. La humillante verdad es que, aunque si me preocupa Emily, es totalmente incómodo estar con Ashley. Se que cada vez que me mira, me acusa. Y de que no puedo decir nada sin que ella voltee la vista para otro lado, y solo la vuelva porque alguien la llame.

   Este grupo es definitivamente más tranquilo.


   Me siento cerca de Emily para ver cual es su reacción, pero ella sigue flotando.


   Me estoy cuestionando seriamente mis sentimiento hacia ella.


   Creo que todo empezó cuando nos conocimos, yo era íntimo amigo de Ryan, por ende yo estaba presente cuando se pusieron de novios.


   Los dos grupos, el de ella y el nuestro, empezó una extraña confidencialidad.


   Hasta que al final se podía decir que eramos una mezcla de "amigos". Cada uno tenia afinidad con diferentes personas del grupo, y la mia por supuesto, estaba al lado de Ryan. Eramos el cuarteto, yo, mi novia Lauren, y ellos dos.


   Las cosas entre Lauren  y yo no estaban muy bien, ella vivía quejándose de muchas cosas, y llegaba un momento que acababa con mi larga paciencia.


   En esos momentos Emily me aconsejaba y yo intentaba seguir sus consejos para que la relación durase. Pero Lauren renía todas para acabar. Una vez dijo que ya se había cansado de mí, y de mi estúpido carácter.


   Intenté entenderla.


   Muy absurdo para un adolescente, pero así fue. Intentamos una segunda oportunidad. Estaba tan enfrascado en Lauren, en que todo vaya bien, funcione, y demás, que no me di cuenta del problema de Ryan hasta que me dijo que iba a terminar con ella y se iba a ir con su familia. Al parecer su familia se mudaba de casa, y así de colegio.


   Por lo que entendí, se sentía ahogado y abrumado.


   A mi me pareció mas que quiería volver para atrás y recuperar su vida anterior, por pura nostalgia.


   No sé qué tanto podría extrañar, si al principio la pasabamos de lujo. En nuestro pequeño grupo privado, todos bromeaban con todos, y podía pasarsela muy bien incluso por separado (sin Ryan, sin mi, sin Lauren).


   No había mucha diferencia con lo que él esperaba de una buena relación. Es decir, seguia con sus amigos de siempre, no había mucho de lo que Ryan hacia le molestara a Emily tanto como para "prohibirle" seguir haciéndolo. En conclusión, Emily estaba perfecta para cualquier chico al estilo Ryan, loco por su libertad.


   En fin, cuando se fue, Emily reaccionó realmente mal. Estaba despechada (realmente, para que hasta yo lo notara) que quizo fingir que no pasó nada. Sin emabargo aunque ella quisiera fingir, yo me mostré muy buen amigo y la acompañé. Ofreciendole mi soporte. Mas que todo, porque creí que Ryan era un animal sin motivo alguno.


   Yo realmente me concideraba su amigo, e intenté que se abriera, y me contara lo que realmente sentía. Pero ella obstinada se cerraba más y más, haciendose más daño.


   Lauren terminó conmigo.


   No hay segundas oportunidades para que algo estropeado vuelva a funcionar como la primera vez.


   Asíque Emily y yo eramos los infelices abandonados por el amor.


   Ella como forma cortés me prestó soporte (sólo por ser cordial, ella sólo se hundía en su propio pozo)


   Y fue ahí cuando pasó.


   Cuando mi rutina se transformó en cuidarla y extrañar lo que era. Cuando por querer comprender, me veía observandola aprendiendo nuevas expresiones en su rostro.


   En un error mio por entender, me puse en el lugar de Ryan. Me preguntaba porqué iba a extrañar algo, qué cosas negativas podía haber en ella. Y me ví a mi mismo encontrando las cosas positivas de ella.


   Fue un descuido de mi parte cuando tenía la guardia baja.


   Sin embargo, los dos seguimos cada uno con su vida.


   Ella parecía normal, pero sin ningún signo de sentirse normal.


   Y yo, también intentaba buscar una vida normal. Y pues... Por supuesto intenté volver a la vida amorosa. Pero, nunca me convencían. Flirteaba por ahi, y luego descartaba de inmediato.


   Conocí a Ashley, y ella me gustaba. Empezamos ese jueguito, al cual yo jugaba a medias, y así hasta que me rendí .


   Yo quería estar con Emily.


   Dejé todo, y me concentré en ella. Después de todo, no tenía elección. Es decir, mirando otras chicas, no funcionaba. Y si Emily me rechazaba, ya estaba.


   Digamos en una palabra, estaba regalado con moño y todo.


   




   A la salida de clases la busqué, y noera de extrañarse encontrarla en su árbol de atrás de la escuela.

   Era como su santuario.

   Me senté a su lado sin llamar mucho la atención. Estaba dispuesto a esperar, después de todo, en algún momento ella tendría que reaccionar y darse cuenta de que tiene que volver a casa.

   Ella ni se permuto al sentarme cerca.

   Me distraí pensando en las musarañas. Y me pregunté ¿Qué estoy esperando? ¿Para qué espero que me preste atención?

   Entonces ya sé porqué.

   Era jugar a todo o nada.

   No creo que lo sepa de todos modos, ella no es tan esquiva como para andar por el lado mío sin siquiera decir algo. Sería egoísta, y ella no lo es.

   Es estúpido seguir así.

   Definitivamente es hora de actuar, en vez de mirar.

   Como si fuera el destino que me respone, siento unos brazos alrededor de mí. Y no me puedo creer lo que estoy viendo.

   Emily me está abrazando.

   ¿Se supone... ?

   ¡Oh! ¡Ya! ¡No seas tan tonto! (Es difícil cambiar la forma de actuar con ella, pero lo hago).

   Estiro mis brazos y la abrazo también. No como amigo, sino como yo quiero.

   ─No sabia que ya volví a ser la de antes ─comenta antes de respirar más rápido.

   Después de un rato se separa, y yo para que no se aleje. La atraigo hacia mí, y me acomodo para que ella se quede así. A mi lado.

   ─No, de hecho pareces peor ─Se me escapa, y frunzo el ceño. ─Por eso volvi. Pero parece que ni te diste cuenta. ─Digo con recelo.

   Ella asimila las palabras, y sé que se va incómodar, porque... ¿Qué derecho tengo? ¡NINGUNO! Soy su amigo, si. Pero no es suficiente. Al menos no para mí.

   Miro de reojo y la veo pensando, más bien, debatiendo algo. Al final suelta como atragantada, como si lo quisiera decir desde antes.

   ─Ryan volvió. Es decir, lo encontré en una plaza y me pidió que volviera con él.

   Además de que todos mis organos caen al piso, siento tanto odio. Quiero decir «¡¿Qué?!» El muy desgraciado la deja tiraba a la deriva, y ahora ¿Quiere volver?.

   Estoy desquiciado. Y eso me pone enfermo, porque odio esas olas de emociones que me hacen parecer psicópata. Asique... simplemente me callo.

   Es entonces que ella dice:

   ─Ya sé, no te preocupes. Le dije que no podía volver con él, y me respondió que entró al servicio militar.

   ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? ¿Intenta dar lástima?

    ─¿Y?  ─Pregunto molesto.

    ─Pues, que no puedo dejarlo así como así. Un tipo al cual yo consideré como un padre cuando era mas chica, entro en eso y… lo ultimo que supe de él, fue que todas sus cosas quedaron a cargo de su hermana ─Me explica en resumen ─Y bueno… eso me ha atormentado estos días. ─Termina.

   Si, ¡Claro! Quiere dar lástima. Juega sucio el maldito.

   ─Te aterroriza que no vuelva, y peor aun, que le hayas rechazado antes. ─Ahora entiendo por dónde viene la mano. La verdad me tiemblan los labios por querer decir algo. ─¡Él terminó contigo! ¡No le debes nada! ─En puro impulso lo largué. Como si le explotara en la cara.

   Estoy nervioso, no quiero tratarla mal. Pero... ¡Dios! ¡Va a seguir creyendo en él! ¿Cómo puedo mantener el auto-control si ella sigue pensando en él. Y yo cayendome a pedacitos. Es que... Emily nunca me va a ver más que como su amigo. Y es tan frustante.

   Ella se levanta y se separa de mi. «Genial, ¿Por qué simplemente no soplas hacia mi para terminar de desmoronarme? Es más fácil que cualquier cosa que pienses.» Digo para mis adentros sarcásticamente.

   ─Ya sé, y es por eso que intento convencerme a mi misma de que ya no vale la pena. ─Dice con tristeza.

   Ella sólo está intentando olvidarlo. No estoy siendo justo. Soy impulsivo. Me dan ganas de abrazarla tan fuerte que hasta podría romperla, como una muñeca. De repente siento un entusiasmo, por querer cuidarla, y por intentar ayudarla.

   ─Tú no lo dejas salir. ─Digo, y para explicarme mejor señalo su cabeza. ─Necesitas distraerte, no encerrarte sola. ─Señalo con dulzura. Y se puede decir que todo el clima lo hace necesario. Asíque me acerco y pienso en decirle. Pero su cercanía me propone otra cosa. Me acuerdo de Ashley, y de su beso. Y ahora entiendo: La desesperación. ─Necesitas… saber. ─Digo casi inaudible frente a su rostro.

   Como si el coraje estuviera en una caja, lo saco y lo dejo fluir por mi cuerpo.

   Sin miedo ahora, pongo mis manos a cada lado de su cara, y presiono mis labios contra los suyos.

   No es menos de lo que esperaba que sería.

   Además pensé que ella me rechazaría, y no lo ha hecho.

   Tan fácil como vino, así de facil se me va el coraje. Y me aparto obligandome a mantaner mi rostro cerca. Si, seguía esperando un rechazo. O algo parecido. Pero ella solo gesticula:

    ─No entiendo...

   ¿No es obvio?

   ─Creo que es lo mas obvio del mundo Emily. ─Respondo con sarcasmo, pero ella sigue confundida. ¿A qué espera? ─Em… todo el mundo sabe que… voy a seguir atrás tuyo aunque sigas enamorada de mi antiguo mejor amigo. ─Busqué las palabras minuciosamente, sin embargo siguen avergonzandome decirlas en voz alta.

   Ella sigue con su cara de confusión. Y me viene una sensación de inseguridad arrolladora. ¿Se está burlando de mí? Estudio sus facciones. Ella no es de esas. Pero, ¿Por qué tanta confusión? Para todo el colegio era obvio que yo estaba literalmente "babeando" por ella. ¿Por qué ahora me enoja que ella no lo vea?

   Miro sus ojos, que están tan cerca de mi. Ella está pensando. Y de repente, noto el color en sus mejillas. Que adorable.

   ─Pero… Ashley. Si, ¿ustedes no… ? ─Intenta zafarse. Que frustración.

   ─No. Además, ya me cansé de intentar. ─Respondo con sinceridad, alejandome, dandole espacio.

   ─¿Intentar el qué?

   ─Esta cosa de… prueba y fallo. ─Respondo incomodo. ─ya he salido con suficientes chicas como para ser inteligente y darme cuenta que con la única que quiero salir, es contigo. ─Ya está. Me cansé de tanto suspenso.

   ─Liam… ─Hace una pequeña pausa buscando las palabras. ─Esto… No lo había pensado antes.

   ─Claro que no. ─Digo para mí, más que para ella.

   ─Liam… Yo te quiero. No lo puedo negar. Es decir ¿Cómo? Si siempre has estado ahí, para mi. Cuando te necesité, solo miraba a mi lado, y te veía. ─Ahora estaba nerviosa, y confiesa: ─y… siento mucho que hayas pasado por eso. Creo… Creo que, si hubieras estado antes, ya sabes, me hubieras dicho esto antes de ver a Ryan, creo que… yo… creo que hubiera podido… estar contigo ahora.

   Siento como si me dieran una cajita de regalo, y cuando la abro, alguien salta desde dentro gritando ¡Sorpresa!

   Esas palabras no pueden entrar en mi cabeza. Y hay algo en todo esto, que me molesta. Y no me es difícil detectar qué es.

   Siempre después de Ryan.

   Ya no me importa.

   ─No es lo que esperaba. ─Digo con íronia, y sonrío

   ─¿Qué cosa?

   ─No son las palabras que exactamente esperaba escuchar, y sin embargo podría haberme tirado de donde quieras por escucharlas. Pero, no me satisfacen, porque sigues pensando, o queriendo compararme con él. ─No puedo evitar decir la verdad.

   Le pasa por el rostro el reconocimiento y puedo estar seguro de que tengo razón.

   Ella se lo piensa un rato, y responde:

   ─Te quiero, independientemente de cualquier cosa que tenga que ver con Ryan. ─Me eleva las esperanzas, sé que lo que dice es cierto. Y se tomó el trabajo de que al momento de decirlo sea verdad.

   Traducido: Me quiere.

   Lo que es igual a: Tengo esperanzas.