sábado, 3 de mayo de 2014

Déjalo ser cuando se trate de amor

Drew.
-¿Qué tan rápido lo puedes hacer, Drew? -inquirí distraída entre los papeles.
-Depende de cuánto tardes en estar lista.
Levanté la vista sin entender, y me encontré a Drew muy encima mío, me sonrojé sorprendida por su despreocupada manera de tratarme. Drew acercaba su cuerpo y hacía que los papeles entre nosotros se arrugaran.
No le importó.
Solo miraba mis ojos fijamente, y parecía ser de lo único consciente. Su mirada atrapando la mía. Lo demás, era pura agua corriendo naturalmente.
No parecía consciente de sus manos, que corrían por mi cadera atrayéndome hacía él, o la manera en que se acercaba, y los papeles crujían. No parecía consciente de mi súbito sonrojo, o cómo se entreabría mi boca para satisfacer la exigencia de oxígeno en mis pulmones por el bombeo alocado que comenzó a hacer mi corazón. Sólo parecía importarle que lo mirara.
-Dime -exigió y respiré su mismo aire.
Tragué en seco. ¿De qué estábamos hablando? Tomó los papeles de mis manos, y los colocó en algún lugar en el que no pude concentrar mi mirada, ya que estaba ocupada en sus ojos.
Sus ojos no vacilaron una décima de segundo. Seguían trabados en mi.
Sus manos subieron a la cintura, una mano en cada costado, y me apretaron.
De repente estaba en el aire, soltando un gemido que no quise, pero todo el aire escapó de mi generando aquél sonido. Drew dio dos pasos conmigo en el aire, y me sentó en un mueble tras de mi. Había estado congelada hasta que él me levantó, entonces me agarré de él de puro susto. Mis manos quedaron en sus hombros.
Sus ojos. Nunca dejó de mirarme. Parecía tener una buena geografía de la oficia, pero también de mi cuerpo.
Drew nunca había tenido nada conmigo. Yo estaba anonadada en este momento. No podía ni generar una palabra en mi boca, o tampoco pensarla.
Ok. Una mujer razonable sólo hubiera golpeado y puesto en su lugar al tipo por semejante atrevimiento. Pero era Drew, un tipo bueno con el que alguna vez había reído, o había querido borrar una tristeza suya con un abrazo. Sin embargo este trato suyo era semejante para con una mujerzuela, y debería sentirme ofendida, pero sólo quería dejarlo. Porque el cielo sabe cuantas veces he soñado con su boca y sus brazos alrededor mío.
-¿Qué... Qué es esto? -Tartamudeé nerviosa. Lo alejé.
-Te amo -Declaró con toda tranquilidad.
Un calor subió a todo mi rostro, y continuo hasta las puntas del cabello.
Tiene que ser una broma. Una muy cruel.
-¿Disculpa?
Sus manos bajaron de la cintura, pasaron por la cadera, y las deslizó por mis piernas hasta que cayeron a su lado. Su mirada se apartó.
-La noche pasada te has emborrachado. -Afirmó muy seguro.
-Y tu cómo sabes eso? -Exigí avergonzada. Era un estado deplorable. Ni siquiera recuerdo llegar a mi cama.
-Lo sé porque lo vi.
-Era una fiesta de mi amiga. Tú no estabas.
Recuerdo haberme sentido bastante mal, recuerdo ver parejas, muchas, y recuerdo cuando decidí que necesitaba aflojarme con alcohol. Pero en ningún momento recuerdo haberlo cruzado en aquél lugar.
Se alejó para apoyarse en el escritorio, y verme desde allí. Entonces me sentí incómoda de estar donde estaba.
Si sus ojos pudieran ser menos atrayentes... Chocolate fundido invitándote a caer.
-Porque no estaba en esa fiesta. Estaba afuera -explicó frunciendo el cejo-. Pasaba por ahí, cuando me llamó la atención el escándalo. Las puertas de lo que yo pensé que era un garaje se abrían, y comenzó a salir gente riendo y prendiendo cigarros. No di mucha importancia, hasta que me llamó la atención una voz. Miré y te encontré hablando bastante alto para estar tan cerca de un hombre de traje en la puerta.

»...mi número -mientras metías la mano en el bolsillo del pantalón de aquél hombre, y demorabas-. Ups... -reíste tontamente por un rato incómodo- ¿Me acompañas a casa? No es lejos... -El hombre se acercó a tu oreja, y te dijo algo, y se fue adentro.
Supuse que iba a buscar algo. Supuse que dijo que lo esperaras. Tú cruzaste la calle, y te quedaste mirando cómo salía la gente. Entonces no quise acercarme, no quería arruinar ningún plan tuyo, aunque igual lo hice.
-¿Lisa? -Tardaste en reconocerme.
-¿Drew? ¡Hola!
-Yo pasaba... Y te vi, y quise saludarte, pero no quiero robarte tu tiempo -me excusé.
-No. ¡No lo haces! ¡Drew! -gritaste mi nombre con alegría.
-Yo... No quiero interrumpir nada...
-¡La fiesta terminó, Drew! Todos van a casa a tener sexo.
Voy a admitir que en ese punto me sentí incómodo, no es que quisiera saber que ibas a tener sexo con el tipo que conociste mientras pasaba. -¡Que simpático eres! ¿Me acompañas? Son... Yo no se... -miraste un lado a otro, y pensaste un rato- 2... ¡3! Son tres calles para allí, Drew.
-Esperas a alguien -te recordé.
-¿A quién?
-Un tipo... De traje..
-¿El gay? No... Él se fue... ¡Después de decirme que era gay! -reíste tontamente.
-Lisa, no estás en tus cabales.
-Drew... -Mencionaste mi nombre cansada- ¿Tienes idea lo que es estar dentro de esa caja todo el tiempo? No poder decir lo que quiero. No poder hacer lo que quiero. Siempre cortés, siempre educada, siempre correcta. Estoy hasta las narices de eso, Drew. Mira -Te acercaste y me besaste, de una forma poco recatada, yo sentí tu sabor a alcohol y a frutilla. Sentí tu respiración cálida, sentí tu pulso como el de un pajarito, sentí que eras suave, sentí ganas de atraparte.
Tu boca entreabrió la mía, y pasaste la lengua suave pero con la pasión justa para desearte. Entonces yo también te besaba. Te atraje y te bese, pero yo no tenía ese talento tuyo de retenerme, es por eso que yo te comí con la boca, te mordí, competí con tu lengua, competí con tu deseo. Y me tuve que separar.
-¿Era algo que querías hacer?
-Desde mucho.
Tome tu carita, y te bese nuevamente. Suave, probando tus labios, y el movimiento de ellos contra los míos. Mis manos acariciaron tu rostro delicadamente como si fueras una muñequita de porcelana, luego tu suave cabello hasta tu nuca, donde te atraje más a mi, llevando la delicadeza de la porcelana al límite.
Ya no probaba tus labios, los saboreaba, y jugaba con los míos. Nuestras respiraciones eran masas de aire caliente contra el frío del exterior.
Cuando mis manos llegaron a tu espalda baja, era un juego de lenguas, transportando calor a todo el cuerpo. Y tu lo endulzaste antes de separarte un milímetro y mirarme con ojos negros y brillantes. Tus pupilas se habían tragado el azul de tus hermosos ojos.
-Algo que quería hacer desde hace mucho -confesé sin reparos-. ¿Vamos a hacer cosas que queramos desde ahora?
Tú sonreíste, y asentiste con la cabeza antes de abrazarme.
Caminamos las tres calles abrazados sin decir nada hasta la puerta de tu apartamento.
-Drew, quiero... -te ruborizaste- como último acto de locura antes de que se me pase la borrachera, quiero... Que subas conmigo...
-Quieres invitarme a tu apartamento?
-Sí -presionaste mi costado.
-No puedo hacer eso.
-Sí puedes, solo que no quieres. Drew -Tal como me besaste en la salida de tu fiesta, así me besaste en la puerta del edificio. Pero fuiste más lejos. Abriste mi abrigo, manoseaste mi pecho, estomago, y empezaste a manosear el cinturón queriendo abrirlo.
Entonces la situación me sobrepasó un segundo en el que acaricié tus piernas, fue cuando tuve que detenerme, y detenerte.
-¿Qué pasó con lo de hacer lo que queramos?
-No -alejé tus manos lejos de mi cinturón medio abierto, porque me estaba por volver loco-. Escúchame, tú no quieres esto... No estás pensando...
-No, Drew, tú escúchame -me interrumpiste-. ¿No quiero esto? ¿Es broma? Estoy a esto... A esto de no pedir un intercambio para no torturarme más con tu rostro. Para dejar de soñar contigo, para poder concentrarme, para poder tratarte normalmente, para dejar de observarte cuando tu crees que no te miro... Ya no me importa... Te quiero. Quiero tenerte. Sueño con que tengo la fortuna de ser tuya, de poder mirarte directamente sin evitar tu mirada, con tocarte como quiera sin sentir nada más que alegría de poder hacerlo, sin sentir que está mal o equivocado...
-Detente -pedí a punto de quebrarme.
-Quiero... necesito ver... Lo que es... Tener libertad de hacer lo que me gustaría...
-Estarías en mi cama sin ropa y enredada en mí... Si lo hicieses -aseguré atropellado y sin poder contener aquella confesión.
-Importa si es mi cama y no la tuya?
-No... No puedo... -a continuación huí.»

No podía detener el ardor en el rostro, mejillas, ojos, cuello, y manos nerviosas. Todo aquello que me contaba tenia que ser de otra realidad, una paralela, una vida que no se podía mezclar con esta, y sin embargo Drew daba fe a que eso había pasado hace una noche.
¿Drew dijo que me tendría en su cama?
-Al llegar a casa, pensé demasiado al respecto. Pero cuando llegué al trabajo y no te encontré, pensé que todo se iba a derrumbar, que podrías no querer mirarme a la cara nunca más. Entonces cuando llegaste a la hora de partir, supe que querías evitarme. Me quedé adrede a hacer más horas, y me hablaste tan normal, que concebí la inseguridad de saber que quizás no te acordaras nada de nada.
-Quizás quisiera no acordarme nada de nada -Asevere-. Lo siento tanto -Me disculpé después de bajarme del mueble y salir de la oficina.
Alcancé a llegar al baño, entonces las lágrimas brotaron, mis manos y piernas temblaron sin parar y pensé que el colapso iba a continuar hasta desmayarme. Por desgracia no ocurrió.
No sabría decir cuánto tiempo estuve allí odiándome, pensando en mudarme al polo norte y vivir en un iglú.
Me daba miedo todo. Me aterraba que Drew supiera lo que yo pensaba, que supiera mis sentimientos.
Me sentía herida.
Me sentía tan estúpida.
¿Porqué hizo lo que hizo? El Drew que yo conozco no era así. ¿Porqué se burlaba de mí? ¿Porqué jugaría así?
Entiendo que anoche pudo haber hecho algo tal con una mujer que estaba sola y se le estaba regalando, sin embargo no entiendo porqué decidió tomar eso para burlarse de mi.
Tenía que salir. No era una opción. Debía salir. Más aún, necesitaba escapar.
Me levanté del suelo y abrí la puerta. No había nadie. Tampoco debería estar alguien esperando por mi...
Entré a mi oficina, la cual estaba vacía, y me senté frente al escritorio como si nada hubiera pasado.
Las estadísticas no cumplían ningún orden o sentido. O yo no lo tenía y no se lo podía dar a los papeles.
Salí.
Volví a casa.
Sola.
No vi a Drew.
Subí a mi departamento por la escalera, busqué las llaves frente a mi puerta y encontré en mi bolso papeles.
Papeles con mi nombre, de hecho servilletas, con mi nombre y un número de teléfono, era mi letra. Y ese número era mío si tuviera dos ceros en vez de tres.
Esta mañana tomé el bolso arrebatada que usé anoche. ¿Realmente estaba entregando servilletas con mi número -con un cero de más- a cualquiera?
-Me quiero morir -susurré.
-Oh, no, por favor -escuché tras de mi.
Drew.
Se me cayó el bolso.
-Disculpa.
Algunas cosas se escaparon del bolso y rodaron por el suelo. Entre ellas un tubito. Se me heló la sangre.
Drew lo alcanzó y lo observó mientras elevaba las cejas.
Gel sabor durazno.
¿En qué rayos estaba pensando?
Me tendió el tubito en silencio.
Lo guardé con rapidez, y esperé a que dijera algo. Pero no lo hizo.
-Esto es... cada vez más bochornoso -admití entonces-. Yo lo siento por lo que pasó. Sé que las cosas ya no podrían ser como antes, y lo entiendo. No voy a tener más contacto contigo excepto por trabajo.
Silencio.
Saqué mis llaves para entrar. Quería escapar de su mirada.
-Oye, espera-pidió dubitativo.
-Tu no necesitas hacer esto -me adelanté-. Escucha. No sientas lastima. No pasa nada aquí. Sólo... No pretendas sentir cosas, si es por una especie de convenio... Porque yo no tengo autoridad de ascenderte de puesto...
-¿Qué?-me cortó.
-Eso. Yo no tengo...
-Es ridículo.
Sus facciones se molestaron. Se sonrojó, y estaba agitado.
-Me he expuesto sólo por un momento de borrachera. Es mi error.
-¿A qué te refieres? -Pregunté sorprendida, sin entender el significado de aquellas palabras. No en un sentido racional.
-A que pensé que gustabas de mi tanto como yo de ti. Que anoche decias verdades, pero fue una borrachera -hizo una pausa, volviendo su cabeza a un lado-. Me he expuesto en tu oficina... Soy un idiota, sólo no pude contenerme.
Él ¿Qué?
¿Yo qué?
Algún cristal dentro mío que no sabía que tenía se hizo añicos. El corazón me dio un vuelco tan brusco, dándome nauseas.
No podía creer lo que estaba escuchando.
-Tu... Te fuiste -le acusé catatónica.
-¡Yo no quería tener sexo! Yo quiero hacer el amor contigo.
Toda la sangre que mi corazón podía bombear se acumuló en mis mejillas. Podía sentirlo en todo mi rostro. Podía sentir que mi cuerpo había quedado vacío de aquél líquido y se agolpaba en mi rostro. Era todo un hormigueo por la médula espinal y electricidad por cada terminación nerviosa.
Drew se acercó para tomar mi rostro con una mano y mirarme con ternura.
-Tuve que escapar para no hacerlo. No quise herir tus sentimientos -rozó mi nariz con la suya-. Me mata cuando te ruborizas.
Hubo un deja vu en ese acto. Ese aroma, el calor de su respiración en mi rostro, su mano tibia, y otro sentimiento más fuerte, un sabor, su sabor. El sabor de su boca.
Lo bese y ahí estaba ese sabor. ¿Cómo pude despertar y olvidar todo aquello?
Pero todas esas sensaciones estaban dentro de un estupor demasiado pesado. Y esto no se comparaba.
Poder sentir eso que pensé que había soñado, era un insulto. Un insulto a lo que yo había pensado que sería. Era mil veces más fuerte a lo que pude imaginar.
-Tienes libertad de hacer lo qu te guste conmigo -susurró entre beso y beso.
Entonces entramos a mi departamento.

1 comentario:

  1. ¡Por fin!¡Qué torbellino de sensaciones! Con un final redondo, como a mí me gusta.

    Ha sido gratificante leerte de nuevo Eugenia. Logras conjugar amor y deseo de modo magistral. Enhorabuena!!!

    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar